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—A la hora de You, An Jing finalmente se acercó a Linghe y a Li Wuyu de nuevo y dijo —Por hoy es todo, está oscureciendo. Pueden volver temprano mañana.
Tener que volver...
—Linghe, quien apenas podía mantenerse erguida incluso con la ayuda de Li Wuyu, estuvo a punto de estallar en lágrimas al oír las palabras de An Jing.
Al regresar al hostal en Ciudad Dieciséis, Linghe estaba tan agotada que se saltó la cena. Debido a los dolores por todo su cuerpo, se quedó acostada en la cama del hostal sollozando suavemente, una imagen de absoluta miseria.
Sin embargo, Li Wuyu estaba sentada despreocupadamente en la mesa, saboreando té.
Linghe quería pedir a Li Wuyu que le masajeara las piernas y hombros, pero después de todo, Li Wuyu no era su criada y además, era la hija del Primer Ministro. Aunque no tenía un estatus tan alto, Linghe no podía tratar a Li Wuyu como a una criada, así que tuvo que masajear y presionar sus propias extremidades doloridas.
