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—Que prueben su suerte entonces... —Todo el mundo apretaba los dientes de rabia—. ¡Qué mujer tan arrogante!
—¡Está bien! —gruñó el jefe de la aldea—. Ya que te niegas a pagar por la medicina, ¡lárgate de nuestra aldea! No tenemos lugar para aldeanos como tú en la Aldea Jiuping.
—¡Fuera de la aldea! ¡Fuera de la aldea! ¡Fuera de la aldea! —Todos hacían eco al jefe de la aldea, levantando sus azadas, palos de hombro, bastones y otros objetos en mano, gritando con ira para que An Jing y Xiao Changyi se fueran de la Aldea Jiuping.
—Oh, —An Jing permanecía calmada y compuesta, contrastando marcadamente con la furia de todos—. Así que todos han venido a echarnos de la aldea, ya veo. —Hizo una pausa—. Claro, pero me temo que quizás no tengan lo que se necesita.
—¡Nos estás forzando a tomar medidas contra ti! —El jefe de la aldea estaba tan enojado que se le erizaron los bigotes y le saltaron los ojos.
