Niuniu miró la gran fruta en la mano de Mao Dou y sintió deseo por ella.
Dudó por un momento.
Pensando en cómo Mao Dou había dicho que solo tomaría un pequeño mordisco, la pequeña dulzura ya había aceptado en su corazón.
Si intercambiaban, podría comerse las dos.
Entonces, con grandes ojos acuosos, Niuniu miró a Mao Dou, adorablmente, abriendo una negociación.
—...¿solo un mordisco? —Mao Dou, al ver que había accedido, asintió con la cabeza emocionado.
—Mhm, aquí tienes la fruta. —Dicho esto, metió la brillante fruta roja en la mano de Niuniu.
Los ojos de Niuniu se curvaron en crecientes de felicidad.
La aceptó con alegría y la colocó en su pequeño bolsillo.
Al ver que ella tomaba la fruta, Mao Dou miraba con ansias la Corteza de Durazno, su rostro lleno de anhelo.
Niuniu también fue fiel a su palabra, una pequeñita muy bien portada.
Después de aceptar la fruta de su amigo, extendió con renuencia la Corteza de Durazno hacia la boca de Mao Dou.