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—Lin Er, ahora sí que la tienes distinta, ¿eh? Tienes buen tabaco para fumar y de vez en cuando incluso te toca comer carne —dijo alguien, con la boca hecha agua.
—¡Desde luego! La segunda casa de la Familia Lin lleva una vida mejor día tras día... —comentó otro.
—Lin Er, si tienes algún secreto para hacerte rico, no olvides echarle una mano a la brigada. Después de todo, ¡todos somos del mismo pueblo desde hace generaciones! —añadió alguien más.
—No seríamos egoístas; con solo una pequeña pista nos conformaríamos... —murmuró otro entre risas.
...
Lin Lu estaba rodeado de gente que lo elogiaba, lo que lo hacía sentir extremadamente cómodo.
—Claro, si hay algo bueno, naturalmente no me olvidaré de ustedes. ¿No pensé en ustedes cuando llegó el momento de castrar los cerdos? ¿Cómo están? Deben estar bastante animados, ¿no? —dijo con una sonrisa.
¡Esta era la primera vez que era tan popular, todo gracias a la bendición de Tangtang!