Cuando vio que era una chica joven y bonita, su cara destelló de confusión por un momento.
Las maldiciones que estaban a punto de salir fueron reemplazadas instantáneamente por un tono de conversación diferente.
—…Oye tú, ya que me pateaste, tienes que llevarme al hospital y luego cuidarme durante un mes, o iré a la Seguridad Pública —dijo el joven alborotador con gran convicción.
Los espectadores: "..."
Los ojos de Lin Tang se entrecerraron, su expresión llena de desdén.
—…Debes estar loco si te crees algo especial.
—Esta es Ciudad del Mar donde la luz es tan brillante que la oscuridad no puede arraigar, no tu casa. Intenta usar tu cerebro antes de hablar —Lin Tang no tomó en serio en absoluto a la persona que tenía enfrente.
Parecía alguien que había sido mimado hasta pudrirse en casa y que no había sacudido el agua de sus cerebros antes de salir.
Con una actitud tan arrogante como la suya, tarde o temprano alguien le daría una lección. Ella no iba a molestarse.
