—¿Verdad, la expo va a durar varios días? ¿Cuál es la prisa? —preguntó alguien.
—¿Acaso sabes cómo hacer tu trabajo? ¿Tu líder sabe cómo nos estás tratando a nosotros, los trabajadores, camarada? Créeme, te voy a denunciar... —amenazó otro.
La escena se tornó caótica por un tiempo.
Las palabras de algunas personas se fueron volviendo cada vez más inapropiadas.
La tez del joven que estaba alejando a la gente se volvió fea, las venas de su frente palpitaban.
Parecía que en cualquier segundo podría perder el control.
Golpeó con fuerza el gong y las castañuelas de bambú que había traído por si acaso.
—Clang, clang, clang —después de unos golpes— la multitud ruidosa de repente se calmó.
El joven que estaba alejando a la gente se quedó en silencio por un momento, con la voz inusualmente ronca.
—¿Creen que no quiero que todos ustedes echen un vistazo más de cerca? ¿Creen que quiero apresurar a mis propios compatriotas? —su voz se quebraba.