Cui Fang tragó con fuerza medio tazón de agua hervida fría, tratando de suprimir la ira ardiente que se extendía salvajemente en su pecho.
—Segundo, Tercero, apúrense y sigan a su hermano mayor —dijo—. Lianhua se ha aprovechado tanto de esa familia que sus padres los compensen con dinero, no vamos a tragarnos esta pérdida en silencio.
No es justo que tengamos que llenar los hoyos que otros han cavado.
Sería otro asunto si la persona fuera bondadosa.
Pero Lianhua no lo es.
Mientras Cui Fang recordaba las pocas palabras que Lianhua había pronunciado, se enfurecía más y más.
También se culpaba a sí misma por su pobre juicio, al no ver que bajo la piel humana de la chica había un lobo, una ingrata descarada de principio a fin.
—¡Se resolvió a nunca más hacer tareas ingrataes como esta!
Los hijos de Cui Fang respondieron nítidamente al unísono.
Cada uno tomó un camote y salió de la casa.