—Lin Tang, no soy Dahua, y ese hombre no es mi tío, por favor ayúdame.
Sus dedos se entrelazaban nerviosamente, temiendo ser rechazada.
Al darse cuenta de que ella y Lin Tang eran de la misma escuela pero apenas se conocían, Qin Suqing sintió su corazón en suspenso.
Lin Tang la miró de reojo y asintió.
—No te preocupes, conmigo aquí, no dejaré que este maldito tratante de personas te lleve. El bien y el mal saldrán a la luz cuando llegue la policía.
Ya había enviado a alguien a buscar a la policía.
Ese tratante de personas no escaparía.
En el momento en que el traficante oyó mencionar a la policía, se le erizó el pelo.
Sus ojos se movían frenéticamente, buscando una ruta de escape.
Aún así, el hombre logró mantener la compostura.
—¿Quién eres tú? ¿Qué derecho tienes para decir que Dahua no es mi sobrina? ¿Tienes pruebas?
Miraba ansiosamente a los espectadores que formaban un círculo a su alrededor, con el corazón acelerado.
Ojalá no hubiera alargado tanto las cosas.