El coche se detuvo frente a un centro comercial; no era el destino donde Alix pensaba que la dejarían.
—Vamos —le dijo Caishen.
Alix no estaba segura de a dónde se dirigían, pero salió del coche, esperó a Caishen y se colocó a su lado.
Los guardaespaldas y dos sirvientes los cubrían por los lados y por detrás, manteniendo alejadas las miradas curiosas de los extraños.
Alix no podía importarle menos esas miradas curiosas, estaba al lado de un gran hombre apuesto, ¿qué había que ocultar?
—Probablemente están mirando porque tienes guardaespaldas y sirvientes —le dijo el sistema.
Era un poco excesivo, los guardaespaldas en trajes negros, mirando alrededor con desconfianza como si estuvieran protegiendo al líder de la nación. Por supuesto, eso despertaría la curiosidad de la gente sobre la persona importante que estaban custodiando.
—Caishen, ¿a dónde vamos? —preguntó ella con curiosidad.
—A recibir tu recompensa —le dijo él.