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—Alix pinchó la cintura de Holea y dijo:
— Está bien, no te tocaré. Deja de arrugar la nariz como si no me hubiera bañado hoy y estuviera apestando tu oficina.
Holea se sentó, cruzó las piernas y miró a Alix con lo que la mayoría de las personas percibiría como una mirada dorada. Como su amiga, una cercana además, Alix sabía mejor.
Holea no era fría, solo era distante.
Ella también se sentó y la miró agradecida:
— En serio, gracias —repitió.
—En —Holea asintió brevemente—. ¿Realmente te casaste con él voluntariamente?
—Sí —respondió.
—Sabes que no te creo, ¿verdad? —Holea respondió.
—En —Alix contestó.
Holea fue a quien llamó para pedir ayuda después de la boda, no fue difícil para su amiga sumar dos más dos. Afortunadamente, ella no era de las que hacía muchas preguntas.
—Tú, si necesitas mi ayuda no dudes en pedírmela —dijo seriamente.
—Lo sé —Alix respondió.
Siempre podía contar con Holea para obtener ayuda, sin importar la situación.
