—Voy a traerte unos palillos —Gao Changchun hizo un gesto para dirigirse a la cocina. Ciertamente no estaría contenta si Lu Siyuan viniera todos los días, pero él era un chico sensato. Él no solía aparecer, y aun cuando lo hacía, no comía aquí.
Así que, al igual que Lu Dagang, ella estaba dispuesta a hacer un gesto de cortesía superficial.
Después de todo, tener a este sobrino cerca le había ahorrado muchos problemas. Por ejemplo, la última vez que el dolor de espalda del abuelo se agravó tanto que no pudo levantarse de la cama, ¿no habría tenido que cuidarlo si no fuera por la ayuda de Lu Siyuan?
La venta de productos en la ciudad y esos trozos de tierras de cultivo que pertenecían al abuelo, dependían todos de la ayuda de Lu Siyuan.
—No es necesario, tía —Lu Siyuan la detuvo—. Ya hemos comido. Estoy aquí para preguntar si todavía quedan muchos melones de invierno en casa.
—¿Melones de invierno?