Chen Bokang salió corriendo del pueblo y se agachó en un lugar desocupado para llorar.
Si no fuera por la severa objeción de su padre, que le prohibía tomar la riesgosa prueba, alegando que era una forma segura de enviarlo a morir en el campo de batalla, quizás hubiera podido participar en el examen junto con los niños de la Familia Jiang. Tal vez, podría haber aprobado e ir a Pekín con ellos para convertirse en un oficial algún día.
Incluso el recién llegado, Wei Zhan, había pasado la prueba. El niño diablo de doce años también tuvo éxito. No había razón por la que él no podría haberlo hecho también.
Ahora había perdido una oportunidad de oro. No solo estaba condenado a trabajar la tierra por el resto de su vida, sino que también podría tener que inclinar la cabeza ante ese pequeño diablo cada vez que se encontraran en el futuro.
Cuanto más pensaba en ello Chen Bokang, más desconsolado se sentía y más fuerte lloraba.
