—No, yo... solo extraño mi hogar —Chen Tiantian se secó los ojos y se levantó—. Xiao Langjun, por favor no se vaya, ella no me ha intimidado de verdad. Pero... pero servir al Príncipe Heredero en la sala interior fue un decreto de la Emperatriz, y tengo miedo de que ella me culpe si se entera de que no obedecí su orden.
—Ven conmigo —dijo Xiao Chengjun frunciendo aún más el ceño, reflexionó por un momento.
Chen Tiantian siguió en silencio a Xiao Chengjun, hasta la entrada del salón principal.
—He traído a alguien para visitar al Príncipe Heredero —habló Xiao Chengjun con los dos eunucos que custodiaban el salón.
Él era el propio sobrino de la Emperatriz y el compañero del Príncipe Heredero, así que sus movimientos de entrada y salida del salón principal eran bastante casuales. Llevar a una criada del palacio al salón ahora, el eunuco guardián naturalmente no tenía derecho a detenerlo.
Así que, Chen Tiantian siguió a Xiao Chengjun al interior de la sala.
