—Si puedes quedarte o marcharte quizá no sea algo que puedas decidir —Wen Jingyan suspiró para sus adentros.
Incluso un hombre viejo como él que ha estado trabajando en el Departamento Médico Imperial durante décadas no pudo irse, y mucho menos un niño del campo sin raíces.
Yingbao parpadeó —Soy una niña. Si alguien me obliga a quedarme, golpearé a la persona que más les importa todos los días —. A Chen Tiantian, por ejemplo.
Wen Jingyan estalló en carcajadas —Tú también serías castigada.
—¡Que así sea! —Yingbao no tenía miedo.
Los tres charlaron un rato más, y pronto alguien del palacio vino a llevar a Yingbao al palacio para encontrarse con el emperador.
Esta vez no pidieron que el Doctor Li fuera con ellos, sino que convocaron a Yingbao sola, lo que la hizo sentirse un poco inquieta.
Wen Jingyan la consoló —No tengas miedo, debe ser que Su Majestad quiere recompensarte.