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Pero Yingbao solo podía soñar.
Como están las cosas ahora, el dinero que ganaba vendiendo sus productos ni siquiera cubriría los costos de contratar a una cantante, y mucho menos a toda una banda.
Los tres llegaron a una plataforma de teatro, asomándose por encima de la baranda al interior.
Desde lejos, podían ver a algunas personas con trajes brillantes actuando en el escenario.
—¿Quieres entrar a ver? —preguntó Jiang Quan a su prima menor—. Es barato, solo diez monedas por persona.
Ernini preguntó con curiosidad:
—¿Cómo lo sabes?
Jiang Quan señaló con la boca a un cartel:
—Está escrito en el cartel.
—Bien, entremos a echar un vistazo —dijo Yingbao—. Tengo la intención de llevar a Ernini a pasar un buen rato, además, esta es la zona más concurrida de la sede del condado, no estaría bien no echar un vistazo.
Entonces, pagaron treinta monedas, encontraron una mesa y se sentaron.