—Lo que os guste, vuestra hermana os lo comprará —después de la supresión, el apaciguamiento era obligatorio y Yingbao lo manejaba con suavidad.
—¡Hermana, compra el búfalo! ¡Compra el búfalo! —Xiaojie señaló a un búfalo de agua descansando junto al camino y gritó.
—¡Elige otro! —Yingbao le dio una palmada en la mano sin placer.
—¡Eso quiero! ¡Eso! —entonces Xiaojie apuntó a una bestia voladora tallada en piedra en el techo de una casa en la calle.
—... —Yingbao seriamente sospechaba que este chiquillo lo hacía adrede.
—¡Cachorro! ¡Cachorro! —Xiaowu tiró de la manga de su hermana, señalando en una dirección.
Cuando Yingbao giró la cabeza para mirar, sus ojos se iluminaron al instante.
Había un hombre desaliñado agachado al lado del camino con una cesta de bambú delante de él. Dentro de la cesta, había dos cachorros esponjosos.
—¿Estos cachorros están en venta? —Yingbao rápidamente saltó de la carreta, corrió hacia el hombre y preguntó.
—Sí —el hombre asintió.