Antes de que pudiera abrir la boca y preguntarle qué la había puesto de ese humor, ella retiró su pierna de su agarre y la plantó firmemente en el suelo, dejándolo atónito.
—¡Gracias! —dijo ella rígidamente y él sintió su tono en sus huesos como carcajadas de electricidad.
Siroos se levantó en silencio y se puso de pie, había obtenido una pista. Alguien le había dicho algo a ella, algo relacionado con él y su maldición. Ya era bastante malo que no hubiera hablado claramente con ella sobre el asunto. Era igualmente peor que ella se hubiera enterado de otra persona.
—Presenta tu regalo, Luna Cassandra —instruyó Walan.
Lana dio un paso adelante una vez más y le entregó los brazaletes dorados que Cassandra le había pedido que preparara especialmente para Siroos. Los largos brazaletes tenían el símbolo de su Manada grabado en ellos. La Quimera comiendo su propia cola, el mismo símbolo que Siroos y todos sus miembros de la manada llevaban en sus hombros también.