Shen Jingchuan era de genio fuerte y hablaba de manera algo precipitada, pero cada palabra salía del fondo de su corazón; sus ojos incluso se enrojecían mientras hablaba.
Wenyan había estado sonriendo todo el tiempo, pero al escuchar las palabras de Shen Jingchuan, sintió de repente una opresión en el pecho. Sin embargo, rápidamente se disolvió en una corriente cálida que fluyó suavemente hacia sus extremidades y huesos.
No es de extrañar que cuando Shen Jingchuan la llevó en brazos al coche, pensara que olía a barbacoa. Había creído que era una ilusión, pero resultó ser real.
—Lo siento por hacerte preocupar, y gracias —murmuró Wenyan.
—... Las emociones caldeadas de Shen Jingchuan fueron abruptamente interrumpidas por las palabras de Wenyan.