Shen Mingzhu rodó los ojos y, sin girar la cabeza, llamó hacia la habitación:
—Pei Ziheng, alguien ha venido a verte.
Pei Ziheng aún estaba dormido y, al sonido del llamado de Shen Mingzhu, se sentó desorientado con los ojos vidriosos, mirando hacia la puerta.
Wang Xiuzhu le hizo señas con una sonrisa radiante:
—Ziheng, ¡hora de levantarse!
Pei Ziheng la miró inexpresivamente, con desagrado en cada parte de su ser, hasta en el cabello.
Desagrado de ser despertado.
Wang Xiuzhu echó un vistazo a la palangana y los artículos de aseo en la mano de Shen Mingzhu y dijo:
—Quiero hablar con Ziheng. ¿Por qué no sales un momento?
Shen Mingzhu rodó los ojos, le dijo a Pei Ziheng:
—Vuelvo enseguida —y se fue.
Wang Xiuzhu, actuando como si ya conociera el lugar, entró al dormitorio. Su rostro llevaba una sonrisa gentil y amable:
—Ziheng, déjame llevarte a jugar en el barco de vapor, ¿te gustaría ir?