—¿Probablemente no sabes quién es el novio de Qingyi, verdad? —Wen Wanyu ligeramente curvó la esquina de sus labios, mirando divertida a Yao Meishu.
—¿No es solo el dueño de una tienda pequeña? ¿Qué futuro puede tener? Sería mejor que se casara con un hombre rico. —Yao Meishu se burló, el dinero era lo que más valoraba.
—Ella todavía estaba considerando casar a Lu Qingyi con un hombre rico, para poder beneficiarse de ello.
—Residente de Kioto. —Despacio, Wen Wanyu escupió tres palabras.
—¡Residente de Kioto! —Las tres palabras fueron suficientes para sorprender a Yao Meishu.
—Meishu, reservé los boletos, vamos a Kioto mañana. —La puerta se abrió, y la voz de Lu Yao entró. Se estaba quitando el traje y llamando al salón.
—Sabía los hábitos de Yao Meishu; a estas horas, debería estar viendo televisión en el salón.
—El corazón de Yao Meishu dio un salto, miró a Wen Wanyu con ceño fruncido.