—Comandante de Compañía Qin, ¿puede darse prisa? Si va más lento, mi sangre manchará todas sus mantas de rojo —gritó Yan Huan, pellizcándose la nariz dentro de la habitación.
Las palabras que dijo hicieron que fuera algo difícil no tener pensamientos inapropiados.
La expresión de Qin Jian se ensombreció y liberó una mano para agarrar a An Hao y caminar dentro de la habitación.
Al entrar, An Hao vio a Yan Huan sosteniendo su nariz, con sangre goteando entre sus dedos.
An Hao reconoció a Yan Huan a primera vista. No es de extrañar que sintiera que Yan Huan tenía un buen temperamento; resulta que era una soldado del ejército.
Yan Huan también reconoció a An Hao y, después de una chispa de sorpresa en sus ojos, volvió a la calma.
Durante su tiempo en la tercera compañía, a menudo había escuchado a la gente decir que Qin Jian ya estaba comprometido.
Sabía que Qin Jian estaba comprometido, pero aun así albergaba fantasías.
