—¿No hablar significa que te has quedado sin dinero? Si no tienes dinero, ¿por qué nos seguías? ¡Vamos a ver a un profesor, no a divertirnos! No tiene sentido que vengas con nosotros —An Hao la rechazó tajantemente.
—Yo... yo nunca he ido a ningún lugar antes y quiero ver cómo es la gran ciudad —el rostro de Bai Yanjiao se tornó rojo como un tomate, sus dientes mordiendo su labio inferior, luciendo completamente desanimada—. Además, no tengo dinero, pero mi hermana sí, ¿verdad?
An Hao tenía dinero, pero no era para gastarlo así.
El poco dinero que tenía era para su matrícula y gastos de comida, y tenía la intención de ahorrar un poco como capital para hacer negocios, para así poder ganar algo de dinero y ayudar a la familia en un apuro.
—No tengo dinero —dijo An Hao indiferentemente.
—Hermana, claramente vi que tienes dinero... —Bai Yanjiao no creía que An Hao estuviera sin un centavo; desde la primera vez que hicieron veinte yuanes, solo dio quince a la familia.