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Una película había estado proyectándose durante más de una hora.
Durante el intermedio, An Hao se levantó —necesitaba usar el baño.
Al salir del baño, vio que la multitud bajo el árbol de pagoda crecía más y más, con muchos hombres reuniéndose alrededor para mirar durante el descanso.
An Hao, al ver la multitud tan apretada que nadie podía pasar, no tenía idea de lo que estaba pasando adentro.
Se acercó de puntillas para echar un vistazo, solo para ver a alguien sentado bajo el viejo árbol de pagoda. Esta persona le parecía vagamente familiar, probablemente un vago local que holgazaneaba todo el día sin hacer nada.
En ese momento, tenía un gran tazón blanco delante de él, con dos dados colocados dentro de un tazón, luego cubiertos con otro tazón, el cual levantaba alto y agitaba vigorosamente con ambas manos.
Él gritaba fuerte —«¡Hagan sus apuestas, hagan sus apuestas! ¡Vengan y hagan sus apuestas! ¿Apuestan por el alto o el bajo?»