—Si le gusto o no, no importa —dijo Bai Xue con confianza—. Tengo un modo de hacer que Qin Jian te tenga antipatía pero que aún así no tenga más remedio que casarse contigo.
Bai Yanjiao miró a su madre sorprendida:
—Mamá, ¿tienes tal habilidad? ¿Puede casarse conmigo aunque no le guste? ¿Crees que esto es la vieja sociedad? ¿Acaso soy la hija preciosa del terrateniente y él solo un obrero cargando pesadas cargas? No tendrá más remedio que casarse conmigo, dime, ¿de dónde viene tu confianza?
Al oír la respuesta de su hija, Bai Xue se dio cuenta de que tal vez había hablado demasiado confiadamente:
—Está bien, quizás exageré un poco. Pero las intenciones detrás de mis pensamientos son buenas, y he ideado un plan que creo que realmente podría funcionar.
—¿Qué tipo de plan? —preguntó Bai Yanjiao con interés.
—¿Sabes por qué Qin Jian ha estado retrasando casarse?
—¿Por qué?
—¡Qin Jian está maldito con un destino de matar a la esposa! —Bai Xue susurró.
