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—¡Tenemos que combatirlo aunque no podamos extinguirlo! —Qin Ru Hai se puso los zapatos apresuradamente, abrió la puerta y salió corriendo.
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—¡Hey, esposo! ¡Ten cuidado! —exclamó Li Junping con preocupación.
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—Lo sé.
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Todos los hombres en edad y condiciones de trabajar en el pueblo se habían reunido, sosteniendo diversas herramientas, algunos con escobas, otros con palas, de pie en el viento furioso escuchando las instrucciones del secretario del pueblo:
—Compatriotas, un incendio forestal comenzó anoche por un rayo. El fuego ahora es muy feroz y grande, y sé que es muy peligroso combatirlo. Sin embargo, debemos ir. Si el fuego sigue propagándose, nuestras cosechas en los campos sufrirán. Por el bien de nuestra propiedad colectiva, ¡todos síganme para combatir el fuego!
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Después de las instrucciones del secretario del pueblo, los aldeanos tomaron sus herramientas al hombro y se dispersaron, corriendo hacia los campos y la montaña.
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