Ni Yang quería garabatear una receta para la anciana, pero después de darle una palmadita a su bolsillo, se dio cuenta de que no tenía ni pluma ni papel. De repente, recordó que ya no era la misma Ni Yang que siempre tenía una pluma y un papel a mano.
Ni Yang dio una sonrisa tenue y continuó —¿Por qué no vienes a mi casa a buscarlo, abuelita? Acabo de mudarme allí—. Como la única forastera en la Aldea Jinghua, no sería difícil para nadie encontrarla.
—Está bien, está bien —La anciana asintió rápidamente—. Vendré más tarde. Muchas gracias, Yangyang. Nos vamos ahora. Guobao, despídete de tu hermana.
—Adiós, hermana —Yang Guobao le hizo un gesto con la mano.
—Adiós —Ni Yang se despidió con una sonrisa brillante en sus ojos.