Rivon se dirigió hacia su área de descanso, dejando atrás la sala de mando después de recibir las nuevas órdenes. El oficial no le había dado muchos detalles, pero sabía que la siguiente misión sería una prueba más de su capacidad para dominar tanto en el campo de batalla como fuera de él. La guerra no se detenía, y él tampoco lo haría.
Cuando llegó a su área, Rivon se detuvo por un momento para procesar lo que vendría. Habían pasado semanas desde que había comenzado a descubrir el verdadero poder dentro de sí mismo, y con cada misión, con cada muerte, sentía cómo ese poder crecía. Pero ahora sabía que no solo era la batalla lo que lo definía. El control, la dominación sobre los demás, no se limitaba al combate. Lo que había experimentado con las esclavas, y antes con las prisioneras, era un recordatorio de que su poder era absoluto, y él disfrutaba de cada momento de ejercerlo.
El deseo, siempre latente en su interior, parecía estar más presente que nunca. Cada combate, cada vida que tomaba, alimentaba esa parte de él que exigía más. No solo era la sangre, era el control sobre todos los aspectos de la vida de los demás. Eso lo hacía sentir vivo.
Caminando por los oscuros pasillos de la fortaleza, Rivon se dirigió hacia la zona de preparación. Los Ascendidos Menores ya estaban allí, ajustando sus armaduras y armas, listos para la próxima misión. Los legionarios comunes también se preparaban, pero no con el mismo fervor. Para los Ascendidos, la guerra era una extensión de su devoción, y la próxima batalla era solo otra oportunidad para demostrar su valía.
Rivon se movía entre ellos, sabiendo que, aunque lo consideraban uno de los suyos, él era diferente. Su poder, aunque desconocido para ellos, lo colocaba en una posición única. Sabía que los demás Ascendidos seguían el Núcleo y las enseñanzas de Daxa sin cuestionarlas, pero Rivon había comenzado a ver más allá de todo eso. Su verdadero poder no provenía del Núcleo, sino de algo más profundo, algo que ardía dentro de él.
El oficial al mando se acercó nuevamente a Rivon. El gesto de autoridad en su rostro permanecía inmutable, pero ahora había una cierta curiosidad en su mirada.
— Has demostrado ser más de lo que esperábamos, Rivon, dijo el oficial, sin apartar los ojos de él. — Tu habilidad en combate y tu capacidad para adaptarte en situaciones extremas no han pasado desapercibidas.
Rivon asintió, manteniendo el silencio que siempre lo caracterizaba. No necesitaba el reconocimiento de sus superiores, pero sabía que cada misión lo llevaba más cerca de su verdadero objetivo: el control total sobre todos aquellos que lo rodeaban.
— Prepárate bien para lo que viene, añadió el oficial, dándole una última mirada antes de girarse y alejarse.
Rivon continuó ajustando su armadura mientras los técnicos se aseguraban de que todo estuviera en su lugar. Sabía que esta vez la misión sería diferente. El poder que sentía dentro de él, esa explosión de deseo que lo dominaba con cada batalla, lo llevaría a hacer cosas que incluso él no comprendía del todo. Pero lo disfrutaba. Cada momento, cada paso, lo acercaba más a aceptar por completo lo que era.
Mientras los preparativos continuaban, Rivon se tomó un momento para observar a los esclavos que pasaban. Algunos trabajaban en silencio, cargando equipo y preparando las áreas de la nave. No tenían voz, no tenían futuro, pero él lo entendía ahora mejor que nunca. El poder era lo único que importaba. Los esclavos existían solo para servir, y Rivon sabía que podía tomar de ellos lo que quisiera, cuando lo deseara.
La guerra estaba por comenzar de nuevo, pero Rivon sabía que la verdadera batalla se libraba dentro de él. El control, el dominio absoluto sobre los demás, era lo que le daba poder. Y con cada misión, con cada vida que tomaba, ese poder crecía, y él lo aceptaba con placer.
El sonido de las puertas metálicas abriéndose resonó en el pasillo mientras Rivon caminaba hacia la sala de embarque. Los Ascendidos ya estaban reuniéndose, listos para embarcarse en la nave que los llevaría a su próximo destino. Sus armaduras brillaban bajo la tenue luz, y los rostros de todos reflejaban determinación y devoción. Sabían lo que se esperaba de ellos, y el combate era su única verdad.
Rivon ajustó su rifle, comprobando cada componente con precisión mientras las naves comenzaban a encender sus motores. Los legionarios comunes, a diferencia de los Ascendidos, hablaban en susurros, con un aire de tensión entre ellos. Sabían que iban a enfrentarse a un enemigo poderoso, y muchos de ellos probablemente no volverían. Rivon observaba la diferencia en las actitudes: los Ascendidos luchaban sin miedo, impulsados por su fe en Daxa y su deseo de proteger el Imperio. Pero él... él luchaba por algo más. Su guerra interna, su necesidad de control, lo guiaba de una forma más profunda y oscura.
A medida que los preparativos avanzaban, el oficial de la misión se acercó a Rivon. Su mirada, ahora cargada de expectativa, sugería que algo más grande estaba en juego.
— El objetivo es claro, comenzó el oficial, su voz resonando con autoridad. — Vamos a neutralizar las fuerzas enemigas en el planeta Krion IV. Esta misión no será sencilla. Los Shak'Thor están bien atrincherados, y su número sigue creciendo.
Rivon asintió, como siempre, en silencio. Las palabras del oficial no lo impresionaban. El combate ya era parte de su vida, pero algo en su interior le decía que esta misión sería diferente. El poder que había sentido crecer dentro de él estaba a punto de explotar, y las pruebas a las que sería sometido pronto lo obligarían a tomar decisiones que pondrían a prueba su verdadera naturaleza.
— Este planeta no es solo un campo de batalla, Rivon. Los Shak'Thor han capturado ciudades enteras, y hay civiles entre ellos. Ya conoces la orden: no dejes que los civiles entorpezcan la misión — añadió el oficial, mirándolo fijamente. — El objetivo principal es eliminar al enemigo. Si los civiles sobreviven, mejor, pero no permitas que te distraigan.
Rivon sintió una ligera sonrisa interna. Sabía que lo único que importaba era el control total de la situación, y eso incluía la vida y muerte de los civiles. No era la primera vez que él se encontraba en una situación como esta, pero ahora, con su poder creciente, sabía que las decisiones serían más claras. El placer del control le permitía ver más allá de lo que otros consideraban moral o ético.
La nave en la que viajarían comenzó a abrir sus puertas, y los Ascendidos entraron en fila, sin decir una palabra. Rivon los siguió, con su rifle en mano y su mente enfocada en lo que vendría. Mientras se acomodaba en su asiento, la sensación de poder aumentaba dentro de él, alimentada por la proximidad de la batalla.
El sonido de los motores resonó en el interior de la nave, y en cuestión de minutos, se encontraban ascendiendo hacia el espacio, rumbo a Krion IV. Rivon observaba en silencio, sus ojos fijos en la ventana a su lado mientras las estrellas pasaban rápidamente. La guerra, la sangre y el dominio absoluto estaban más cerca de lo que jamás había imaginado.
Dentro de la nave, la atmósfera era tensa, pero no por miedo, sino por la expectación de lo que vendría. Los Ascendidos se mantenían tranquilos, ajustando sus armaduras y armas con una precisión casi ritual. El silencio entre ellos hablaba de su compromiso, de su devoción ciega por la batalla y la protección del Imperio.
Rivon observaba a sus compañeros, pero su mente estaba más allá de las órdenes que les habían dado. Sabía que la verdadera guerra no solo se libraba en el campo de batalla, sino dentro de él mismo. El control, la dominación absoluta sobre aquellos que lo rodeaban, seguía siendo su verdadera batalla. Cada enfrentamiento, cada muerte, solo lo acercaba más a entender quién era realmente.
Finalmente, la nave comenzó su descenso hacia la atmósfera de Krion IV. Los motores rugían mientras la nave se aproximaba a la superficie del planeta, y el sonido del metal rozando la atmósfera llenaba el interior. Rivon se preparó, asegurando su rifle y ajustando su armadura una vez más.
— Prepárense para el desembarco — ordenó el oficial.
El planeta aparecía a través de las ventanas de la nave, un mundo cubierto de ruinas y desolación, las cicatrices de la guerra que había estado librándose en su superficie durante meses. Rivon observó las ciudades destruidas, las columnas de humo que se alzaban hacia el cielo, y supo que este sería otro campo de batalla donde su poder crecería aún más.
El desembarco fue rápido y eficiente. Los Ascendidos y los legionarios comunes descendieron de la nave con precisión militar, ocupando posiciones estratégicas mientras Rivon avanzaba junto a ellos. Los ecos de la guerra ya podían escucharse a lo lejos, y la misión estaba a punto de comenzar.
Rivon avanzaba con el equipo hacia las ruinas de una antigua ciudad en Krion IV. Las calles destrozadas, llenas de escombros y vehículos abandonados, eran un testimonio del caos que los Shak'Thor habían traído consigo. Los Ascendidos se movían en formación, sus rifles de energía listos, mientras los legionarios comunes los seguían de cerca. El aire estaba denso con el polvo de las explosiones pasadas, y el silencio solo era interrumpido por los murmullos de los escáneres y la ocasional orden del oficial al mando.
Rivon, siempre al frente, se movía con una eficiencia fría. Sabía que la verdadera batalla no tardaría en comenzar. Su deseo de control y poder lo mantenía alerta, pero el campo de batalla era solo una extensión de lo que sentía internamente. Cada paso que daba entre los escombros, cada decisión que tomaba, lo acercaba más a lo que realmente era.
Un informe de inteligencia llegó al equipo, indicando que una fuerza Shak'Thor se había reunido en los restos de un antiguo centro de comunicaciones al norte de su posición. El oficial al mando rápidamente reorganizó al equipo, dividiendo a los legionarios comunes para asegurar las áreas circundantes mientras los Ascendidos avanzaban hacia la estructura. Rivon no dijo nada, pero su mente ya estaba completamente enfocada en el combate que vendría.
Cuando llegaron a la estructura, la tensión era palpable. Los Shak'Thor ya sabían que el equipo imperial estaba cerca, y Rivon podía sentir la presencia de sus enemigos a medida que se acercaban al objetivo. Sin una palabra, los Ascendidos comenzaron a desplegarse, moviéndose con la precisión de máquinas mientras preparaban los ataques.
El primer disparo resonó en el aire, y de inmediato, el combate estalló en la ciudad en ruinas. Los disparos de energía iluminaban el cielo nublado, mientras los Shak'Thor emergían de sus posiciones ocultas, lanzándose con ferocidad hacia el equipo imperial. Rivon desató una ráfaga con su rifle, derribando a varios enemigos de inmediato. Sus movimientos eran fluidos, precisos, cada disparo dirigido a un objetivo concreto. Los Shak'Thor, aunque poderosos, no podían igualar la táctica y el entrenamiento de los Ascendidos.
Sin embargo, la batalla se volvió más intensa a medida que más Shak'Thor aparecían desde las sombras. El combate cuerpo a cuerpo comenzó a ser inevitable, y Rivon desenfundó su espada de energía con una facilidad aterradora. Mientras avanzaba entre los escombros, cortaba a sus enemigos con brutalidad. Cada golpe era letal, cada corte calculado para causar el máximo daño.
A su alrededor, los Ascendidos también peleaban con una precisión fría, pero Rivon sentía algo distinto dentro de sí mismo. Cada enemigo que caía bajo su espada, cada gota de sangre que se derramaba, aumentaba su deseo de control y dominio. Sentía el poder en su interior crecer con cada muerte, y mientras los Shak'Thor caían a su alrededor, Rivon comprendía que su verdadera fuerza provenía no solo de su habilidad en combate, sino del placer que sentía al dominar a sus enemigos.
El campo de batalla era su escenario, y cada enemigo derrotado solo alimentaba más su deseo de control absoluto.