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Chapter 71 - Pescando en Aguas Revueltas

Ethan observó la forma en que se miraban todos con poco entusiasmo, y una sonrisa apareció en sus labios.

—¿Qué pasa? —preguntó Brock mientras se reclinaba en su silla, bostezando.

Al ver su mirada hosca, Siobhan rápidamente se acercó a él, lo estranguló suavemente por el cuello con las manos y apretó los dientes:

—¿Acaso alguien hablo?

Ethan rápidamente le dio una palmada en el brazo y suplicó clemencia. Brock tomó la taza de café y, con una sonrisa.

—No lo sueltes, estrangúlalo un poco más parece que le gusta.

Siobhan, al notar que ambos se reían, se sonrojó y soltó a Ethan rápidamente. Ethan sacudió el cuello con impotencia y se puso de pie.

—Vamos a la oficina, tenemos cosas de que hablar.

Todos caminaron hacia la Oficina del Sheriff. Al entrar, vieron a Hood sentado cómodamente con las piernas sobre la mesa, bebiendo café. Al verlos entrar Hood giro la pantalla de la computadora hacia ellos.

Ethan se adelantó para ver lo que Hood había encontrado. En la pantalla estaba se reflejaba la información sobre el hombre a quien Juliet había mencionado, y su récord criminal no era algo por lo que estar 

—Matt Sharp —murmuró Ethan, tocando la pantalla de la computadora.

La imagen mostraba a un hombre blanco, con la cabeza rapada y dos tatuajes de rayos en la garganta. Esos símbolos eran inconfundibles, las insignias de las SS que se usaba el ejercito Alemán. Para un hombre blanco con estos tatuajes, estaba claro qué tipo de persona era, un supremacista blanco.

Emmett se pasó las manos por la cara, su expresión oscura. Brock le dio una palmada en el hombro antes de sentarse en el sofá.—He arrestado a este tipo antes, es un maldito supremacista blanco, tiene varios cargos por agresión, posesión de drogas y asalto agravado, a estado en prisión varias veces.

—¿Como se relaciona con Proctor? —preguntó Siobhan.

—Según la información que nos proporcionó nuestro nuevo informante, Matt Sharp es el encargado de transportar las pastillas de Proctor a Filadelfia desde Banshee—añadió Ethan— Si lo atrapamos, podríamos conseguir la ubicación del laboratorio donde Proctor fabrica su mercancía.

Al escuchar esto, Brock y los demás parecían aliviados, relajándose visiblemente.

—Bueno ya tenemos un indicio, y lo de esta noche no fue en vano—dijo Brock.

Hood le preguntó a Brock:

—Tú atrapaste a Sharp antes, ¿sabes dónde podemos encontrarlo?

—Por supuesto —asintió Brock— Él y algunos de sus amigos trabajan en una planta de demolición de autos abandonada a las afueras del pueblo.

—Bien, es todo por hoy vayan a casa, buen trabajo el de hoy. —dijo Hood, levantándose y golpeando la mesa con fuerza— Iremos por él mañana.

—No —intervino rápidamente Siobhan— Tenemos que esperar unos días.

—¿Por qué? —Hood estaba desconcertado. Quería ir de inmediato y arrestarlo.

—Escuchen —dijo Siobhan con firmeza—Si vamos tras Sharp mañana, Proctor lo descubrirá al instante. Sabrá que la información salió de una de las chicas y eso las pondrá en riesgo. Si eso sucede, nadie en el pueblo volverá a confiar en nosotros. Tenemos que esperar unos días.

Hood retiró su mano, incómodo, y volvió a sentarse.

—Siobhan tiene razón —dijo Ethan, asintiendo— Debemos actuar con la cabeza fría, es arriesgado exponer nuestras cartas tan rápido.

Brock se rascó la cabeza y añadió con sabiduría:

—Enfrentar a Proctor no es algo que podamos resolver en uno o dos días. Hoy hemos logrado algo importante, no podemos ser impacientes y arruinarlo. Vayamos paso a paso.

—Entonces que tal esto. —dijo Ethan, esbozando una leve sonrisa— Hay que agitar un poco mas las aguas. Atacaremos sus otras operaciones, poco a poco. Si lo presionamos lo suficiente, Proctor cometerá un error tarde o temprano... y cuando lo haga, estaremos listos para atraparlo —concluyó, su mirada afilada demostrando que ya tenía una estrategia en mente.— Cuando esté fuera de balance, será el momento de ir tras Sharp.

Hood aceptó posponer la búsqueda de Sharp por unos días. Después de regresar a casa, Ethan jugaba con las llaves en la mano, su expresión relajada. Job, sentado en el capó de su convertible amarillo, lo miraba con el ceño fruncido.

—La próxima vez que me visites en Nueva York, tendrás todo lo que quieras, Ethan. Lugares exclusivos, sin gastar ni un centavo. 

Ethan lo miró, sabiendo que Job siempre tenía algo bajo la manga.

—Ahora, sobre esa foto —continuó Job—, ¿de verdad vale la pena guardarla? Piensa en todas esas chicas y lo infelices que serán sin ti.

—Trato hecho —respondió Ethan, lanzándole el teléfono antes de entrar en la casa.

Durante los días siguientes, el matadero, la carnicería y el club de Proctor fueron allanados repetidamente por la Policía de Banshee. Tras lo sucedido el primer día, Proctor se había apresurado a solucionar las violaciones en sus negocios por parte de la Policía, sus abogados presentaron varias demandas en contra de la ciudad, pero no lograba recuperarse del todo.

Sabía que esta era la represalia de Hood por la muerte Kate Moody. Las pérdidas eran inevitables, y solo podía aceptarlas, apretando los dientes. Unos días después, las acciones del Departamento de Policía comenzaron a calmarse, y Proctor tuvo un respiro.

Mientras conducía por Oak Street, Ethan vio un letrero al costado de la carretera y decidió detener el auto. Entró en la tienda de caza y pesca del Viejo Sam, haciendo sonar la campana de la puerta al entrar.

—Bienvenido Ethan, que puedo hacer por ti. —saludó el dueño de barba blanca y sombrero de vaquero.

Ethan se acercó al mostrador.

—Necesito algunas balas —pidió.

—Por supuesto, no hay problema. ¿Qué calibre necesitas o estás buscando algo especial? ¿Qué vas a cazar? Tengo algunas novedades —respondió Sam, relajado al notar el uniforme azul oscuro de Ethan.

Ethan sacó un papel del bolsillo, una lista con los calibres de las municiones y la cantidad que necesitaría. Al ver que era un pedido considerable, Sam le pidió que esperara mientras las preparaba.

—Tómate tu tiempo, voy a echar un vistazo por la tienda —dijo Ethan, antes de girarse y comenzar a inspeccionar el lugar con calma.

Dando unas palmaditas en el mostrador, se adentró más en la tienda. Encontró todo tipo de equipo de pesca, cañas de pescar ordenadas en los estantes, y más equipo especializado.

En una esquina apartada, Ethan descubrió dos cajas cubiertas de una ligera capa de polvo. Al limpiarlas con la mano, reveló su contenido: cañas de pescar nuevas de 7,2 metros de longitud, perfectamente rectas y con un acabado brillante que reflejaba la luz. Fabricadas en materiales ligeros pero resistentes, las cañas tenían un diseño moderno, con detalles en fibra de carbono.

Viendo que las cañas se miraban bien, decidió tomar las dos cañas y volvió al mostrador.

—Sam, ¿puedes ponerme los accesorios y un par de anzuelos que pueda usar en esta zona?

El viejo Sam se levantó, sosteniendo su sombrero de vaquero.

—Si claro. Te daré un buen precio en conjunto que te parece

—Trato hecho.

Cuando llegó el momento de pagar, Ethan se sorprendió por el elevado costo de las dos cañas de pescar y los accesorios; resultaron ser mucho más caras que las balas. Después de pagar, salió con todo lo que había comprado y lo puso en el maletero del coche de policía.

Justo en ese momento, sonó la radio.

—Ethan, ¿dónde estás? Es hora de tener una charla con nuestro amigo Sharp.

Cuando Ethan regresó a la comisaría, Hood y los demás ya estaban listos para partir.

—Estacionó el auto, abrió el maletero y arrojó todos los artículos pequeños dentro del espacio. Luego, caminó hacia un lado, abrió la puerta trasera del Crown Victoria y entró. Para no llamar la atención de Proctor, él, Hood, Emmett y Brock compartieron un automóvil hacia la planta de procesamiento de chatarra.

El asiento trasero de un coche de policía es extremadamente estrecho. Si una persona de tamaño normal se sienta allí, sus rodillas golpearán el respaldo del asiento delantero. No había problema con la forma del cuerpo de Ethan, pero Brock solo podía sentarse de lado con una expresión de disgusto en su rostro.

Después de más de veinte minutos de conducción, llegaron a su destino.

Había vehículos abandonados por todas partes, apilados en capas, y se habían retirado todas las piezas valiosas. El chirrido áspero de una amoladora angular se escuchaba más adelante, y Hood tomó la delantera. Los cuatro caminaron hacia adelante a lo largo de los restos de automóviles amontonados a ambos lados.

Después de caminar más de cien metros, llegaron a un cobertizo de trabajo.

En el interior, detrás de una plataforma elevadora, un hombre con un chaleco blanco cortaba con una amoladora un auto rojo que se elevaba en el aire. Dos hombres blancos estaban de pie junto a una mesa de trabajo. Uno vestía una camiseta blanca y tenía el cabello negro y espeso. El otro llevaba un chaleco negro, era calvo y extraordinariamente alto. Ambos tenían tatuajes visibles en sus cuerpos, con esvásticas especialmente notables.

Hood y Brock intercambiaron una mirada. Estaban en el lugar correcto. Los tres hombres notaron la presencia de los policías y detuvieron lo que estaban haciendo. La escena quedó en silencio, solo se escuchaban los pasos acercándose sobre la grava.

Ethan avanzó sin prisa. Los demás se dispersaron, formando un semicírculo que rodeaba el cobertizo de trabajo. A unos metros de distancia, se detuvieron.

Hood dio dos pasos al frente, levantó el brazo y saludó.

—Buenas tardes, caballeros —dijo—. Estoy buscando a Matt Sharp. ¿Alguno de ustedes sabe dónde está?

Los dos hombres junto a la mesa de trabajo avanzaron, mirando a los oficiales con hostilidad, especialmente cuando vieron a Emmett. Sus ojos se llenaron de desprecio. El hombre con la amoladora dejó la herramienta a un lado con indiferencia. Se quitó la máscara protectora, revelando su cabeza calva y dos relámpagos tatuados en su cuello.

—Soy Matt Sharp —dijo mientras se quitaba los guantes y miraba la insignia en el pecho de Hood.

Hood se cruzó de brazos.

—Tengo algo de lo que quiero hablar contigo. ¿Puedes acompañarnos?

—Estoy un poco ocupado, Sheriff —respondió Sharp, saliendo de debajo del auto con la cabeza gacha y un tono serio—. No sé si habrás leído el periódico, pero la economía ha estado algo apretada últimamente, con una tasa de desempleo del nueve por ciento no puedo dejar mi empleo ahora.

Sharp se apoyó en el neumático colgante.

—No creo que quieras retrasar el trabajo de las personas que se esfuerzan para mantener a sus familias, ¿verdad?

La mezcla de su aspecto intimidante con esas palabras hizo que Ethan sonriera levemente. Le preguntó al hombre calvo de chaleco negro que estaba frente a él:

—Vaya si que eres gracioso, ¿siempre es asi de divertido hablar con ustedes?

El hombre, que era una cabeza más alto que Ethan, lo miró con desprecio, inhalando profundamente el cigarrillo que sostenía.

Hood se unió a la burla.

—Por supuesto que no lo haría, nunca me metería con un hombre honesto. En cuanto a personas como tú... eso es otra historia.

El rostro de Sharp se ensombreció, sus ojos vagaron, buscando alguna salida.

—Escucha —dijo Brock, tratando de suavizar la situación— Solo venimos a hacerte algunas preguntas. Después de eso, nos iremos.

Uno de los hombres junto a la mesa de trabajo agarró una llave grande y la golpeó ligeramente contra su palma, mirando a Emmett con malicia.

—Te sugiero que dejes esa llave sobre la mesa ahora mismo —dijo Emmett, dando un paso al frente, mirándolo sin miedo.

El hombre apretó la llave con más fuerza, sus tatuajes de esvásticas moviéndose ligeramente con la tensión. Resopló.

—Oye negro, ¿Como se siente sentarse en el asiento delantero de una patrulla?

El otro hombre, con el chaleco negro, también avanzó, arrojando su cigarrillo a los pies de Emmett, pero el los miro sin inmutarse, enderezó su postura, sin mostrar ninguna emoción.

—Emmett —le dijo Brock al notar las manos temblorosas de su compañero.

—No te preocupes, estoy tranquilo —respondió Emmett, soltando sus puños.

—No necesitas calmarte —dijo Hood con una sonrisa—. Puedes hacer lo que quieras.

—Las burlas verbales no son consistentes con el protocolo de autodefensa, Sheriff —comentó Emmett, con un tono irónico— Solo se puede usar cuando ponen en peligro la vida de un oficial. Y estos pequeños pedazos de basura blanca no son una amenaza para mí.

El ambiente estaba cargado de tensión, esperando una chispa para estallar. Los supremacistas blancos esperaban provocar a Emmett, pero su control y paciencia frustraban sus intentos. Solo quedaba esperar a que ellos cometieran el primer error.

Cuando Emmett dijo que todos eran basura blanca, el hombre fuerte con el chaleco negro frente a él apretó los puños.

—No puedes actuar cuando te insultan, ¿esto sigue estipulado en el acuerdo de autodefensa? —preguntó Hood, rascándose la barbilla mientras caminaba de un lado a otro.

—Así es —respondió él mismo, sonriendo mientras levantaba la cabeza y miraba a los supremacistas blancos.

—Ah, olvidé decirles, la esposa de Emmett es blanca. ¿No son una pareja perfecta?

Los tres supremacistas blancos clavaron su mirada en Emmett. Si sus ojos fueran flechas, habría sido atravesado por miles de ellas. 

Ethan frunció el ceño, Hood no debería haber dicho eso. Aunque todos querían enfurecer a esos sujetos, mencionarlo de esa manera pondría a Emmett y a su familia en peligro, ellos podrían tomar represalias contra ellos mas adelante, esta vez ah ido muy lejos.

En ese momento, Emmett levantó las manos y arqueó las cejas hacia el hombre que tenía frente a él. El tipo del chaleco negro apretó la mandíbula como un toro furioso, extendió el brazo y lanzó un puñetazo directo a la cara de Emmett.

El golpe fue fuerte, pero Emmett apenas se inmutó, girando la cabeza al compás del puño. Luego, sonrió, mostrando los dientes manchados de sangre.

—Ahora, esto es legítima defensa.

—¡Fuck you, negro! —gritó el hombre del chaleco, maldiciendo mientras lanzaba otro golpe.

Emmett se agachó, esquivándolo con rapidez, y le conectó un gancho de izquierda directo a las costillas.

Al ver la pelea, el tipo de la camiseta blanca tomó una gran llave inglesa y corrió hacia Emmett, pero Brock lo interceptó, lanzándose sobre él y derribándolo. Ambos cayeron junto a un coche abandonado. Mientras tanto, Sharp aprovechó el caos para salir corriendo.

—¡Mierda! —maldijo Hood, comenzando a perseguirlo.

Emmett y el hombre del chaleco, que eran casi del mismo tamaño, intercambiaban golpes como dos toros furiosos. Los puños se alzaban y caían con fuerza.

Brock, por su parte, tenía al tipo de la camiseta blanca en el suelo y lo golpeaba con emoción, pero su figura robusta y su barriga le dificultaban mantener el control. El hombre debajo de él esquivó el golpe y, en un movimiento rápido, invirtió las posiciones, ahora golpeando a Brock en la cara.

—¡Ah! —gritó Brock, intentando protegerse, pero vio el puño del hombre descender de nuevo.

—¡Ethan, ayuda! —gritó desesperado.

Hubo un fuerte "golpe", y Brock abrió los ojos. El hombre que lo atacaba había desaparecido, y Ethan estaba a horcajadas sobre él.

Ethan, que había comenzado a seguir a Hood, se detuvo al ver a Brock en el suelo. Cuando escuchó su llamado de auxilio, le dio una patada al tipo de la camiseta blanca, enviándolo a volar hacia un auto abandonado. El golpe fue tan fuerte que el hombre se sujetó la cabeza, gimiendo de dolor.

Mientras tanto, Emmett lograba conectar un fuerte gancho en la barbilla del hombre del chaleco, haciéndolo tambalearse. Aprovechando su ventaja, Emmett lo empujó contra un coche con tal fuerza que dejó una abolladura en el chasis. El hombre cayó al suelo, retorciéndose.

—¿Estás bien, Emmett? —preguntó Ethan.

—Nunca he estado mejor —respondió Emmett, limpiándose la sangre de la comisura de la boca con una sonrisa satisfecha.

Para él, un hombre negro, incluso siendo policía, era común enfrentar discriminación, tanto grande como pequeña. Poder desquitarse con esos supremacistas blancos que mostraban abiertamente su odio le resultaba profundamente gratificante.

Ethan se acercó al hombre del chaleco negro, que yacía en el suelo con una gran huella de bota en los pantalones. Con desdén, le dio varias patadas más, borrando las marcas de las botas.

Mientras tanto, Hood había seguido a Sharp hasta un estacionamiento lleno de vehículos abandonados. Sharp corría desesperado, pero al doblar una esquina, se encontró frente a la pistola de Hood, quien lo esperaba con la Glock en la mano.

—¿Por qué no sigues corriendo? —le preguntó Hood con una sonrisa cínica, haciendo clic con el arma.

Sharp levantó las manos, retrocediendo.

—¿Qué quieres? —preguntó Sharp, respirando con dificultad.

—Bueno, me alegro que quieras coperar. Dime donde esta el laboratorio de pastillas de Proctor —dijo Hood.

Sharp, con la cabeza sudorosa y calva, negó con la cabeza, sonriendo nerviosamente.

—No sé de qué hablas —respondió, dando dos pasos hacia adelante hasta apoyar su frente en el cañón de la pistola— Si quieres puedes dispárame.

Hood bajó el arma.

—Está bien —dijo tranquilamente.

Sharp dio un suspiro de alivio, pero, en un segundo, Hood lo golpeó entre las piernas con una patada brutal.

—¡F*ck you! —gritó Sharp, cayendo de rodillas.

—Déjame recordarte algo —dijo Hood, inclinándose sobre él— Sabemos que tu eres quien transporta las drogas de Proctor, desde Banshee Town y la llevas a Filadelfia, ¿verdad?

Hood levantó a Sharp y le dio otro puñetazo. La sangre salpicó el suelo.

Sharp, tambaleándose, escupió saliva ensangrentada.

—¿Que ahora no sabes nada? —preguntó a Hood, montado sobre él.

—F*ck you, solo arréstame, prefiero ir a prisión que morir. ¿Crees que traicionaré a Proctor por ti? —gritó Sharp.

Hood, frustrado por la resistencia de Sharp, guardó la Glock en su funda.

—No, no lo harás por mí —dijo mientras lo miraba con ferocidad—

Sharp, ahora pálido, comenzó a sudar aún más al ver la expresión de Hood.

—¡Mierda! ¿Qué vas a hacer?

Sharp de repente se puso rígido y lo miró con incredulidad.

Hood lo agarró del cuello con ambas manos. Al observar el rostro descompuesto de Sharp, apretó los dientes y fue aumentando lentamente la presión. Los vasos sanguíneos de la frente de Sharp se marcaron y su rostro comenzó a enrojecerse.

Tras unos pocos segundos de retención, la saliva de Sharp comenzó a burbujear:

—¡Shet, déjame ir!

—¿Vas hablar o no? —Hood usó cinco dedos para apretar con fuerza.

Sharp se golpeó la cabeza contra el suelo. El dolor intenso le hizo incapaz de soportarlo más y rugió:

—¡Lo haré... lo haré!

—Cuéntame todo lo que sabes —respondió Hood, aflojando sus manos.

—Solo soy un conductor. Normalmente trabajo de noche —dijo Sharp, respirando hondo antes de continuar—.Ellos me dicen cuando hay que llevar un cargamento. Yo solo me encargo del transporte, para cuando llego, los hombres de Proctor ya han cargado la mercancía. 

Hood sujetó firmemente su cuello con la otra mano y miró fijamente a Sharp.

—¿Y luego qué?

—La gente de la fábrica me da una dirección, normalmente en algún aparcamiento público. Estaciono el coche en el espacio designado, dejo las llaves dentro y me largo.

—¿Quiénes recoge la mercancía? —jadeó Sharp.

—No lo se. Si me quedo en el coche mas de lo que debería, me matarán sin dudarlo. ¿Entiendes? —Sharp habló rápido—. Hay procedimientos estrictos durante todo el proceso de transferencia. Cada uno solo conoce su parte del trabajo, nadie ve a nadie nunca.

Hood, con el rostro frío, preguntó:

—¿Es Proctor quien te informa y te da la dirección?

Sharp sacudió la cabeza apresuradamente.

—No, es alguien mas Nunca eh visto a Proctor en persona.

—Ni se te ocurra mentirme —Hood apretó los dientes y volvió a agarrar con fuerza.

Sharp gritó emocionado:

—¡Lo juro por Dios! Te he dicho todo lo que sé.

Al ver que su expresión no parecía estar mintiendo, Hood hizo la última pregunta:

—¿Dónde está la fábrica?

Sharp vaciló, pero Hood lo agarró con fuerza otra vez, provocando que Sharp derramara lágrimas de dolor.

—¡En la fábrica de ladrillos en las afueras del pueblo!

Hood soltó su mano y, satisfecho, acarició dos veces el rostro sonrojado de Sharp.

Después de que Ethan eliminara las huellas de los zapatos de Emmett, Brock también se acercó, sujetándose el estómago.

Emmett, tocándose la comisura hinchada de su boca, le preguntó a Brock:

—¿Necesitamos esposarlos a ambos?

—No —dijo Brock, aún adolorido por el golpe del hombre de la camiseta—

Pateó al hombre del chaleco negro que yacía en el suelo, se dio la vuelta y caminó en la dirección por donde escapó Sharp. Hood se estaba levantando de Sharp cuando los tres hombres llegaron al estacionamiento. Al darse cuenta de su apariencia, Hood se dio la vuelta, se acercó y asintió con la cabeza hacia ellos.

Emmett miró a Sharp, que luchaba por ponerse de pie, y dijo:

—¿Realmente no hay necesidad de arrestarlos? ¿Qué pasa si informan a Proctor?

—No lo harán —Hood le dio una palmada en el hombro a Emmett— Esos dos tipos no saben porque estábamos buscábamos a Sharp, y Sharp no se atreverá a decirle a Proctor a menos que quiera un tiro en la cabeza.

—Creo que tenía más miedo de que mencionáramos su nombre delante de Proctor.

Tras hablar, Hood se volvió y le sonrió a Sharp. Este se estremeció y cubrió inconscientemente el espacio entre sus piernas. Al salir, Emmett fue el último en caminar. Miró a Sharp y descubrió que lo observaba con una mirada de resentimiento, Emmett sacudió la cabeza, sonrió y se fue rápidamente.

De vuelta en el coche de policía, los tres miraron a Hood.

—Vayamos a la fábrica de ladrillos, solo hagamos un poco de reconocimiento.

Emmett asintió, y puso en marcha el vehículo. El coche de policía levantó una nube de polvo mientras salía de la planta de tratamiento de autos. Más de 20 minutos después, el coche de policía se detuvo cerca de la fábrica. Para no llamar la atención, unos metros antes de llegar bajaron de la patrulla y fueron a pie. Rápidamente llegaron a un rincón remoto, rodeado de montones de ladrillos rojos apilados a gran altura.

Ethan se arrodilló y miró dentro. La fábrica estaba rodeada de alambre de púas. No parecía ser demasiado grande, con cuatro o cinco edificios pequeños interconectados. A juzgar por el exterior manchado del edificio, llevaba muchos años en funcionamiento.

El sonido de las máquinas funcionando se escuchaba desde dentro, y de vez en cuando alguien conducía una carretilla elevadora transportando ladrillos rojos.

Hood se inclinó sobre la cerca de alambre de púas, escaneando cada rincón de la fábrica, una mueca de desprecio en su rostro.

Emmett miró los vehículos que pasaban y dijo, dudoso:

—No parece que aquí fabriquen pastillas, ¿no es demasiado descuidado? Casi no veo seguridad.

—Eso es lo que Proctor quiere que creas.—respondió Hood, volviendo la vista y señalando hacia dentro— Mira esos rincones, hay cámaras de seguridad por todos lados.

Al escuchar, Brock quiso acercarse al alambre de púas para verlo mejor, pero Hood advirtió:

—La cerca esta electrificada, no la toques. - advirtió rápidamente Hood, Brock retiró la mano, se rascó la cabeza y retrocedió dos pasos.

—Hay muchas medidas de seguridad por toda el área. Sharp no mintió. Esta debe ser el lugar donde Proctor fabrica sus drogas. Una fábrica de ladrillos no tendría una seguridad tan alta como esta. - Hood finalmente señaló la puerta lateral de una de las fábricas.

Emmett se inclinó a mirar los puntos que Hood había señalado y asintió, convencido.

—¿Entonces, qué hacemos ahora?

Hood retrocedió unos pasos y se fue.

—Aun tenemos que pedir una orden de registro, y eso llevará algún tiempo. Volvamos y averigüemos de quién es de esta fábrica.

Al día siguiente;

 la Oficina del Sheriff estaban puros hombres. Siobhan estaba de descanso, y la oficina estaba casi vacía.

—El registro de bienes raíces enumera la fábrica de ladrillos y el terreno como propiedad de una empresa llamada Boogie Flowers —dijo Emmett— Como lo sospechamos no hay nada que ligue a Proctor con la fabrica ni con la compañía.

Suspirando, Emmett dejó los documentos en el escritorio del Sheriff, se acercó y se sentó. Hood tomó el documento y revisó la información con los labios fruncidos.

Ethan, tomando un sorbo de café, comentó:

—Solo es una empresa fantasma. No nos servirá de nada.

—Si quieres atrapar a Proctor, debes arrestarlo con las manos sucias—respondió Hood.