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Chapter 2 - Capítulo 1: Jake, Despierta!

Parte 1

 

Época Astral, Año 7635 – Día 21 del Cuarto Ciclo

 

El sonido agudo de un reloj digital irrumpió en el silencio de la habitación, llenando el aire con un repetitivo y molesto bip-bip-bip.

 

Jake Evernight, de catorce años, estiró el brazo desde debajo de las sábanas y golpeó el botón de apagado con la precisión de alguien que había hecho esto demasiadas veces.

 

—Ugh... ¿Cinco minutos más? —murmuró, aunque sabía que esos "cinco minutos más" siempre se convertían en una carrera frenética para no llegar tarde.

 

Bip-bip-bip. La alarma no mostró misericordia.

 

—¡Está bien, está bien! —Jake se incorporó bruscamente, su cabello oscuro desordenado cayendo sobre sus ojos—. Otro día, otra batalla épica con el despertador, pensó mientras dejaba caer sus pies al frío suelo de madera.

 

Se levantó y miró por la ventana. Desde allí, podía ver la vasta extensión de Solaria, una metrópolis sudamericana caribeña vibrante y caótica. La luz del sol acariciaba los rascacielos que se erguían como gigantes de acero y cristal, mientras el mar, a lo lejos, relucía con un brillo dorado. Las calles estaban ya llenas de vida; autos voladores y bicicletas eléctricas recorrían las avenidas, y los transeúntes se movían como hormigas entre los mercados bulliciosos y las tiendas de moda.

 

Jake suspiró, sintiendo la energía de la ciudad palpitar bajo sus pies. Solaria era un lugar donde la modernidad y lo místico se entrelazaban de formas inusuales. A veces, aún le costaba creer que él, un chico con un pasado tan... diferente, pudiera encajar en un sitio como este.

Se vistió rápidamente, optando por su uniforme escolar: una camisa blanca, pantalones oscuros y una chaqueta azul con el emblema de la Academia Altamira, su nueva escuela preparatoria. Mientras se preparaba, su mente comenzó a divagar, transportándolo a un tiempo no tan lejano.

 

Recuerdo de Jake:

 

Tenía siete años cuando sus poderes se manifestaron por primera vez. Vivían en una pequeña cabaña en las afueras de Solaria, cerca de un bosque que parecía tener vida propia. Aquella mañana, el cielo había estado cubierto de nubes oscuras, y una tormenta inusual se cernía sobre ellos. Fue en medio de ese caos que algo dentro de él despertó.

 

Se encontraba en el bosque, explorando como cualquier niño curioso, cuando sintió una energía extraña fluir por su cuerpo. Era una sensación cálida, casi reconfortante, pero al mismo tiempo poderosa, como si todo el universo estuviera concentrado en su pequeño ser. Levantó una mano por instinto, y para su sorpresa, un destello de luz azul salió disparado de sus dedos, impactando contra un árbol y dejándolo chamuscado.

 

—¡¿Qué... qué fue eso?! —Jake había retrocedido, su corazón latiendo frenéticamente en su pecho. No entendía lo que acababa de suceder, pero algo en su interior sabía que eso no era normal.

 

Con el tiempo, y con la guía de su padre adoptivo, Jeremy, comenzó a entender lo que había sucedido. Jeremy lo había llevado a un dojo oculto en el bosque, donde un maestro de Kenjutsu, el sensei Hiroshi, lo entrenó en el manejo de la Energía Estelar, una fuerza mística que fluía a través de todo lo que existía, pero que solo unos pocos podían controlar.

 

Fin del recuerdo.

 

 

Jake sonrió mientras bajaba las escaleras hacia la cocina. Sus padres adoptivos, Margaret y Jeremy, ya estaban allí. Margaret, con su cabello castaño recogido en un moño desordenado, le sirvió un plato de panqueques.

 

—Buenos días, campeón —dijo Margaret, sonriéndole con cariño—. Hoy es tu primer día en la Academia Altamira, ¿estás emocionado?

 

—Emocionado no es la palabra que usaría —respondió Jake con un tono sarcástico mientras se dejaba caer en una silla—. Es más como... aterrorizado.

 

Jeremy, un hombre robusto con una barba bien cuidada, se rió entre dientes mientras le pasaba un vaso de jugo.

 

—Serás genial, Jake. Solo recuerda lo que te enseñamos. Mantén la calma, y no dejes que nadie te haga sentir menos.

 

—Lo intentaré —murmuró Jake, aunque sabía que ese consejo era más fácil de decir que de seguir.

 

Después de un desayuno rápido, Jake salió por la puerta principal con su mochila colgada al hombro. Mientras caminaba hacia la escuela, rodeado por el bullicio de la ciudad, sus pensamientos volvieron a su entrenamiento en el dojo.

 

Las lecciones de Kenjutsu no solo le enseñaron a luchar, sino también a canalizar la Energía Estelar en formas que aún estaba comenzando a comprender. Cada movimiento, cada respiración, era una danza con esa energía cósmica, una fuerza que lo conectaba con algo mucho más grande que él mismo.

 

La Academia Altamira se alzaba imponente ante él, sus muros de ladrillo rojo y ventanas enormes daban una sensación de grandeza. El campus estaba lleno de estudiantes que charlaban en grupos, algunos riendo, otros con caras serias mientras miraban sus horarios.

Jake tragó saliva. Bueno, aquí vamos, pensó mientras cruzaba las puertas principales.

 

Al entrar, la atmósfera era la de cualquier escuela preparatoria. Lockers alineados en los pasillos, el sonido de zapatos contra el suelo, y el murmullo constante de conversaciones juveniles.

 

Jake se movía con cautela, su mirada captando todo lo que le rodeaba. Notó que algunos estudiantes lo miraban de reojo, pero él simplemente los ignoró, centrado en encontrar su aula.

 

Cuando finalmente lo hizo, se detuvo en la puerta, respirando hondo antes de entrar. Dentro, el bullicio era aún mayor. Chicos de su edad llenaban las mesas, algunos enérgicos, otros medios dormidos.

 

Una chica con cabello castaño claro y una sonrisa brillante se acercó a él.

 

—¡Hola! —dijo con entusiasmo—. ¿Eres nuevo, ¿verdad? Soy Sophia Johnson.

 

—Sí, soy nuevo... Jake Evernight —respondió, sintiendo una mezcla de incomodidad y alivio por la amabilidad de la chica.

 

—¡Genial! —exclamó ella, sin perder un segundo—. Puedes sentarte conmigo si quieres. Este lugar puede ser un poco caótico al principio, pero te acostumbrarás.

 

Jake asintió, agradecido. Mientras tomaba asiento junto a Sophia, notó que ella era bastante habladora, pero en lugar de molestarlo, su entusiasmo le resultaba contagioso. Durante la clase, intercambiaron bromas y comentarios sarcásticos, lo que hizo que el tiempo pasara rápidamente.

 

—¿Sabes? —dijo Sophia mientras caminaban juntos por el pasillo después de la última clase—. Esta escuela puede ser un poco loca, pero estoy segura de que te irá bien aquí.

 

Jake sonrió.

 

—Lo intentaré. Pero si veo algo raro, te lo haré saber. Y créeme, tengo un radar para lo raro.

 

Sophia se rió, golpeándole el hombro juguetonamente.

 

—Trato hecho, nuevo amigo.

 

Después de la escuela, Jake regresó a casa. La rutina seguía con su entrenamiento en el dojo de Kenjutsu. El maestro Hiroshi lo esperaba, como siempre, con una calma y seriedad que contrarrestaban el bullicio de su día escolar.

 

—Jake —dijo Hiroshi mientras ajustaba su postura—. Recuerda que la Energía Estelar no es solo para luchar. Es una extensión de tu voluntad y tu espíritu. Debes aprender a controlarla no solo con tu cuerpo, sino también con tu mente y corazón.

 

Jake asintió, concentrándose en el flujo de energía que recorría su cuerpo. Cada sesión era una batalla interna para dominar la fuerza que ardía dentro de él, pero también una meditación que le permitía encontrar paz en medio del caos.

 

Después del entrenamiento, Jake se dejó caer en su cama, agotado pero satisfecho. Miró al techo, recordando el día que había tenido. Estaba claro que la Academia Altamira sería un desafío, pero también un lugar donde podría crecer y quizás, solo quizás, encontrar su lugar en el mundo.

 

Este será un viaje interesante, pensó mientras cerraba los ojos, dejándose llevar por el sueño.

 

Al llegar a la Academia Altamira, un edificio moderno y vibrante, Jake se sintió un poco fuera de lugar entre los estudiantes que corrían por los pasillos. Era su primer día como primíparo, y aunque estaba ansioso, su determinación era mayor. En medio de la confusión de su primer día, Jake se encontró con una situación incómoda en el pasillo.

 

Y al día siguiente,

 

Jake se dirigía a su primera clase cuando notó un grupo de chicos mayores rodeando a un niño que parecía completamente intimidado. Los abusones estaban claramente disfrutando de la situación, riéndose y haciendo comentarios despectivos.

 

—¿Qué tienes ahí, novato? —dijo uno de los chicos mayores con una sonrisa burlona—. ¿Tienes alguna idea de dónde estás?

 

Jake, desde una distancia prudente, observó cómo el grupo se reía mientras el niño parecía casi a punto de llorar. No puedo dejar que esto siga así, pensó Jake. Decidió intervenir de una manera que reflejara su carácter tranquilo y su inteligencia.

 

Se acercó con calma, sin demostrar enojo, pero con una firmeza que captó la atención de los abusones. Sus pasos eran suaves y su expresión inmutable, lo que contrastaba con el caos que se desarrollaba a su alrededor.

 

—¡Ey, chicos! —dijo Jake, su voz era clara y relajada, pero con un matiz de autoridad—. ¿Puedo preguntar qué está pasando aquí?

 

El grupo de chicos mayores se volvió hacia él, sorprendidos por su presencia. Jake, manteniendo su actitud serena, continuó.

 

—Parece que están pasando un mal rato. La escuela es para aprender y crecer, no para intimidar a otros. —Se inclinó hacia el niño asustado, quien lo miró con una mezcla de esperanza y alivio—. Creo que todos aquí merecen un poco de respeto, ¿no?

 

Los chicos mayores intercambiaron miradas nerviosas. El líder del grupo, un adolescente alto con una chaqueta de cuero que usaba sobre su uniforme frunció el ceño.

 

—¿Y tú quién eres para decirnos eso? —preguntó con un tono desafiante.

 

Jake sonrió suavemente, sin perder la calma. —Solo un compañero que cree en el respeto mutuo. Si les interesa, podría ayudar a resolver esta situación sin más problemas.

 

El grupo de abusones, claramente incómodos con la actitud tranquila pero directa de Jake, comenzó a murmurar entre ellos. El líder del grupo intentó mantener la compostura, pero su confianza estaba disminuyendo.

 

—Mira, no estamos buscando peleas —dijo el líder, dando un paso hacia atrás—. Solo estábamos bromeando.

 

Jake asintió, sin dejar de sonreír amablemente. —Entonces, tal vez es hora de que dejemos este asunto. Todos podemos disfrutar de la escuela sin hacerle la vida miserable a los demás.

 

Finalmente, los abusones se retiraron, lanzando miradas resentidas hacia Jake mientras se alejaban. El niño asustado, aún tembloroso, pero claramente aliviado, se acercó a Jake con gratitud.

 

—Gracias, no sabía qué hacer —dijo el niño con voz baja.

 

Jake se agachó a su altura y le dio una sonrisa cálida. —No es nada. Solo recuerda que todos merecen ser tratados con respeto. Vamos a encontrar tu aula, ¿te parece?

 

Mientras caminaban hacia el aula, Sophia Johnson, una chica con una risa contagiosa y una actitud amistosa, se unió a ellos. Había observado desde una distancia y, al ver lo que había pasado, se acercó con curiosidad.

 

—¿Cómo lo hiciste? —preguntó Sophia, mirando a Jake con admiración.

 

Jake se encogió de hombros, tratando de restarle importancia a su intervención. —Solo hice lo que creí que era lo correcto. No es nada especial.

 

Sophia rió y sacudió la cabeza. —Eres más valiente de lo que pareces. No sé si hubiera tenido el coraje de enfrentar a esos chicos.

 

Jake sonrió, sintiéndose un poco más cómodo con su nueva amiga. —Bueno, todos tenemos que hacer nuestra parte para que la escuela sea un lugar mejor.