El momento en que James entró a la cocina, supe que algo iba mal. Podía verlo en sus ojos, esa mirada atormentada que se había ido oscureciendo con cada día que pasaba. Ya había sido una noche larga y agotadora, pero al verlo ahora—pálido, sacudido—sentí que mi corazón se hundía. La maldición estaba ganando, y no importaba cuánto lucháramos, le estaba quitando más a él, día tras día. Cerré el libro que había estado estudiando y me levanté, y me moví hacia él instintivamente.
—James —dije suavemente, intentando mantener mi voz calmada—. ¿Qué es? ¿Tuviste otra pesadilla?