El aire estaba denso con tensión mientras Aimee y yo estábamos juntos, su mano aún aferrada a la mía. Su determinación de luchar por mí, por nosotros, siempre había sido mi fortaleza, incluso cuando no podía ver una salida de esta maldición. Pero ahora, de pie al borde de otra batalla, sentía el peso de mis fracasos presionar más duro que nunca. La maldición había estado inactiva por un tiempo, pero siempre estaba ahí, acechando, esperando el momento perfecto para tomar control.
Aimee no sabía cuán cerca había estado de rendirme durante esas noches oscuras. Ella no tenía idea de cuán a menudo estuve al borde de perderme por completo, de convertirme en el monstruo que Emily quería que fuera. No podía soportar la idea de que Aimee me viera así, de que se viera obligada a detenerme si perdía el control. Pero aquí estábamos, sin otra opción.