Mientras estaba allí parado, sosteniendo a Aimee en mis brazos, la realización de lo que ambos acabábamos de pasar comenzó a asentarse completamente. La oscuridad contra la que había luchado tanto tiempo había desaparecido, Emily ya no era una amenaza, y de alguna manera, había salido del otro lado de esta batalla no solo vivo, sino libre. Libre de una manera en que no había estado durante años. Y sin embargo, la magnitud de esa libertad era abrumadora.
Acercué a Aimee más a mí, respirando el aroma familiar de ella, el olor de su cabello, el calor de su cuerpo contra el mío. Me centraba, me recordaba por qué había luchado tanto y tan duro. Por esto. Por nosotros. Pero el caos de todo aún zumbaba en el fondo, y podía sentir la tensión en Aimee también. A pesar de la victoria, aún había tantas preguntas sin respuesta, y el futuro se cernía ante nosotros como una sombra incierta.