James se removió ligeramente en su sueño, la tensión en sus rasgos disminuyó, pero su ceño todavía estaba fruncido, como si sus sueños estuvieran perturbados. Me senté a su lado, pasando mis dedos por su mano. Era difícil creer todo lo que habíamos pasado — la maldición, la oscuridad, la persecución implacable de Emily. Y ahora, las palabras de mi madre desde mi sueño persistían en mi mente. James es tu compañero destinado. Pertenecéis juntos.
El peso de esa verdad se había asentado profundamente en mi pecho, dificultando mi respiración. Había intentado con todas mis fuerzas convencerme de lo contrario, de soltar la idea de que el destino podía dictar a quién debía amar. Por un tiempo, pensé que Vincent era mi futuro, pero no importaba cuánto intentara seguir adelante, no podía sacudirme mi vínculo con James. Y ahora que sabía que la maldición estaba atada a ese vínculo — que Emily buscaba romperlo — todo tenía sentido. Esto era más grande que cualquiera de nosotros.