Parado ahí, esperándola, podía sentir cada pulgada del bosque presionando sobre mí: los árboles espesos, la opresiva oscuridad y el viento gélido que cortaba el aire como fragmentos de vidrio. Pero nada de eso importaba. Lo único que ocupaba mi mente era Aimee.
Podía percibirla antes de verla, la familiar atracción en mi pecho se tensaba a medida que se acercaba. Era una sensación de la cual no había podido deshacerme, incluso después de todo lo que habíamos pasado. Incluso después de haber intentado dejarla, de seguir adelante. La maldición me había cambiado, roto partes de mí que no estaba seguro de poder arreglar jamás. Pero a pesar de todo, Aimee era la única cosa que aún se sentía real. Que se sentía correcta.
Y ahora, después de todo este tiempo, ella estaba regresando.