El sueño era tan vívido que parecía que estaba despierta. El aire era fresco, el aroma de pino y tierra llenaba mis pulmones mientras me encontraba en el claro del bosque, bañada en la suave luz de la luna llena. Había una paz aquí que no había sentido en lo que parecía una eternidad. La tensión que normalmente acompañaba mis horas de vigilia se había disipado y, por primera vez en mucho tiempo, me sentí segura.
—Aimee.
La voz era suave, familiar, y hizo que mi corazón se tambaleara. Me giré y allí estaba—mi madre. Su presencia era a la vez impactante y reconfortante. Se encontraba en el claro, su cabello largo fluyendo como si una suave brisa lo acariciara, sus ojos brillando con calidez y sabiduría.