Permanecí allí, en el abrazo de James, mi corazón pesado por el peso de todo lo no dicho. Sus brazos alrededor mío se sentían tanto como un consuelo como una cadena, recordándome el amor que compartíamos y la imposibilidad de nuestra situación. Quería quedarme ahí para siempre, pero la inminente realidad de mi próximo matrimonio con Vincent se cernía sobre mí como una nube oscura.
La verdad que acababa de pronunciar—sobre casarme con Vincent—se situaba entre nosotros como una bomba de tiempo, esperando explotar.
—Aimee —susurró James, su voz áspera de emoción—, tiene que haber otra manera.
Me aparté un poco, mirándolo a los ojos. Estaban llenos de tanto dolor, y eso me cortaba profundamente. Siempre fue fuerte, siempre en control, pero ahora... ahora se estaba quebrando, y era por mi culpa.