—¿Qué? —gritó Elías al darse cuenta hacia dónde se dirigía su lobo.
—¡Sería un viaje sin retorno! —pensó mientras su lobo seguía destrozando todo lo que bloqueaba su camino, sin piedad, adentrándose en el bosque donde residían los pícaros.
—Has salido completamente de nuestro territorio. Nos meteremos en problemas si sigues así. ¿Puedes calmarte y comprender mi situación? —le persuadió a su lobo, de nuevo.
—¡Haz que cambie! Entonces, aceptaré tu decisión. —su lobo lo desafió, sabiendo perfectamente que le sería difícil forzarlo a perder el control.
—Está bien. —aceptó Elías y comenzó a empujar con todas sus fuerzas para recuperar el control.
—Voy a lastimarme si sigo esforzándome tanto, pero no dejaré de intentarlo. —se prometió y empujó con más fuerza.