—¡No eres el único que está siendo castigado, papá! —murmuró Elías, malhumorado.
—También estoy siendo castigado. Ni siquiera puedo aceptar a mi compañera porque creo que nunca podré protegerla mientras sea un Alfa, igual que tú no pudiste proteger a Mamá y al bebé no nacido. No puedo aceptarla solo para poner en peligro su vida como un Alfa con muchos enemigos, cuando ni siquiera podré protegerla. Ella va a perder su vida brutalmente, por ser mi esposa y yo voy a perder la razón y viviré miserablemente, igual que tú —dijo entre dientes.
—Ahora, tengo que no ser egoísta y rechazarla por su propio bien —añadió.
—Tu madre sigue siendo tan hermosa como antes. Aunque ahora mismo está frunciendo el ceño hacia mí, se ve tan hermosa —su padre declaró, de repente, mirando hacia la puerta como si Alicia estuviera allí.
—¡Hun! —Elías suspiró profundamente y permaneció en silencio durante algunos segundos antes de aclararse la garganta.