Han pasado cuatro años desde que comenzó el incidente en el que las mujeres decidieron acabar con todos los hombres. Estoy cansado de correr, de esconderme como un animal. El bosque es mi refugio, pero también mi prisión.
"Maldita sea, no puedo quedarme en un lugar sin tener que estar alerta todo el tiempo," murmuro para mà mismo, sintiendo cómo el cansancio pesa sobre mis hombros. No puedo confiar en nada ni en nadie, y mucho menos en el silencio que me rodea.
Entonces, lo escucho. Ruidos a lo lejos. No es un animal. Son ellas. Han dado conmigo de nuevo. No importa dónde me esconda; siempre están un paso adelante. Me esfuerzo por mantener la calma, pero la adrenalina ya se ha apoderado de mÃ. Debo moverme, debo salir de aquÃ.
"Debo apresurarme y salir de aquÃ," pienso mientras mis piernas comienzan a moverse antes de que mi cerebro pueda procesarlo. Corro, esquivando ramas, saltando raÃces, pero pronto me doy cuenta de que estoy rodeado. Han cubierto todas las rutas de escape, incluso tienen un helicóptero sobrevolando la zona.
"Jajaja, hasta tienen un helicóptero... Está bien, me rindo.", digo, alzando las manos. Es una risa amarga, un sonido hueco que apenas reconozco como mÃo. No sé cuántos hombres siguen con vida, pero sospecho que soy de los últimos. Espero que no sea asÃ...
Me tiro al suelo, colocando las manos sobre mi cabeza. El frÃo del suelo contrasta con el calor que me invade por dentro, una mezcla de rabia e impotencia. Me esposan y me vendan los ojos antes de llevarme al helicóptero. El vuelo es corto, pero cada segundo se siente eterno. No puedo dejar de pensar en lo fácil que serÃa saltar y acabar con todo.
"DeberÃa hacerlo… solo un salto y terminarÃa este infierno," pienso, sintiendo el frÃo metal de las esposas en mis muñecas. La idea es tentadora, pero algo me detiene. Quizás es el instinto de supervivencia, o tal vez, una chispa de desafÃo que aún no se ha extinguido.
"Mueve el trasero, ya llegamos", me ordena una de las mujeres mientras me empuja al salir del helicóptero.
"¿Cómo demonios voy a saberlo si tengo los ojos vendados?", respondo con irritación. Es un comentario sarcástico, pero también es la única manera en que puedo mantener algo de control sobre esta situación.
Finalmente, me llevan a un lugar, me quitan las esposas y escucho cómo cierran una puerta tras de mÃ. Me quito la venda y lo primero que veo es una celda, como era de esperarse.
"Por supuesto, serÃa una celda," murmuro, observando a mi alrededor en busca de una posible vÃa de escape. Todo es inútil. Han pensado en todo.
Poco después, una de las mujeres entra y lanza una bandeja de comida al suelo.
"Aquà tienes tu comida," dice con desdén. Su voz es frÃa, casi robótica. Me pregunto si alguna vez se permitirá sentir algo por mÃ, o si solo soy otro trofeo en su cacerÃa.
"Oh, un tenedor de metal," murmuro, levantando el utensilio con interés. Lo giro entre mis dedos, considerando si serÃa doloroso suicidarme con eso. Es un pensamiento oscuro, pero en estos dÃas, lo oscuro es lo único que tengo. Sin embargo, antes de que pueda tomar una decisión, la puerta se abre de nuevo.
"¿Ya comiste? Tenemos que hablar contigo."
"No han pasado ni cinco minutos. ¿Qué quieren?" respondo con irritación, aunque una parte de mà está curiosa. Siempre tienen algo nuevo preparado, algo para mantenerme en esta maldita cuerda floja.
"La cosa es que estamos investigando cómo clonar personas o tener hijos sin necesidad de los hombres," dice una de ellas, arrojando un frasco y una revista para adultos al suelo. "Ya sabes qué hacer."
"¿Y por qué lo harÃa? En primer lugar, ni siquiera me han tratado bien."
"Si no lo haces..." comienza, pero no la dejo terminar. Estoy cansado de sus amenazas vacÃas, de esta manipulación constante.
"¿Qué? ¿Me van a matar? Entonces, hazlo.", la interrumpo, con una sonrisa amarga. En ese momento, algo dentro de mà cambia. Una chispa de desafÃo que no habÃa sentido en mucho tiempo.
"Hijo de...", comienza a decir, pero aprovecho la oportunidad y me lanzo contra ella. Su arma cae cerca de mà y la recojo antes de que pueda reaccionar.
"Si soy tan importante, serÃa una pena que muriera. Me pregunto qué dirán tus superiores al enterarse de esto," le digo mientras apunto con el arma, mi corazón latiendo con fuerza. Es una apuesta arriesgada, pero estoy dispuesto a jugarla. No tengo nada que perder.
"Estás loco," responde ella, su voz tiembla ligeramente.
"Sé en la situación en la que están. PodrÃa ser su última esperanza de no extinguirse," le digo mientras la encierro en la celda. "Ahora dime cómo salir de aquÃ. No mientas, que las ganas de suicidarme no me faltan."
"Qué molesto... Es una base temporal, asà que no te será difÃcil salir. Sube las escaleras que están a tu derecha. No diré más," dice, resignada, pero noto en su tono una mezcla de rabia e impotencia.
Subo de inmediato, con la adrenalina todavÃa corriendo por mis venas. Al parecer, estaba en un subterráneo. Salgo a la superficie y veo que hay bastante movimiento en la base. El número de mujeres es abrumador.
"Mierda, hay bastante gente," murmuro al ver la cantidad de mujeres. Cerca, un camión de suministro se mueve lentamente, y decido que es mi mejor opción. Me subo a la parte trasera y me escondo entre las cajas. El vehÃculo comienza a moverse, y aunque no sé a dónde me llevará, cualquier lugar es mejor que aquÃ.
Decido saltar a mitad de camino cuando noto que el camión se ralentiza en una curva. Caigo rodando en el suelo, sintiendo el impacto en mis huesos, pero me obligo a levantarme y seguir adelante. No puedo detenerme ahora. Mientras veo alejarse el camión, busco un lugar para ocultarme. Al parecer, terminé en un pueblo abandonado.
Entro en varias casas, buscando desesperadamente algo útil, pero como esperaba, no hay nada: sin comida, sin ropa limpia, he perdido lo poco que tenÃa.
De repente, veo varios jeeps pasar. Mi corazón se acelera.
"¿En serio? ¿Tan rápido me van a encontrar?" murmuro mientras me oculto en el sótano de una casa. Escucho pasos por todos lados. Alguien baja, y me preparo para defenderme, escondiéndome detrás de una pared, alejado de la escalera.
Los pasos son cautelosos, casi torpes. Cuando la figura se acerca lo suficiente, apunto mi arma a su espalda.
"Baja tus armas, despacio," le digo en voz baja. Ella obedece sin voltearse, temblando ligeramente. La tomo del cuerpo, apuntando mi arma a su cabeza mientras le ordeno: "Dirás lo que yo diga."
No sé si acepta, pero a lo lejos, una voz femenina grita: "¡Oye, Sarah! ¿Estás ahà abajo?"
"SÃ..." responde ella, su voz temblorosa mientras escuchamos el sonido de una puerta cerrándose arriba.
Yo, medio confundido, sin saber qué pasa, escucho varios vehÃculos alejarse.
"Emmm, esto es incómodo. ¿Te acaban de abandonar?" pregunto, notando que la chica sigue temblando.
No dice nada, y el silencio se vuelve pesado, casi asfixiante.
"Bueno, tomaré tus armas para salir de aquÃ," digo, revisando su equipo. Solo tiene una linterna. Con esta oscuridad, no me habÃa dado cuenta. Me alegro de haber traÃdo la pistola de la mujer que encerré. Intento forzar la cerradura de la puerta, y después de un rato, por fin la abro.
Genial, ahora somos dos, y sin comida. DeberÃa haber sacado algo de ese camión de suministro. Nos movemos con cuidado por las calles vacÃas del pueblo, buscando un lugar seguro. Finalmente, encontramos una casa medio derruida que parece ofrecer un poco de protección. Me dejo caer en un colchón sucio y roto en una de las habitaciones. Necesito descansar, aunque sea solo un poco.
Sarah se sienta en una esquina, abrazando sus rodillas, su mirada perdida en el suelo. La tensión es palpable en el aire, pero también lo es su agotamiento. Después de un largo silencio, finalmente habla, su voz es apenas un susurro.
"¿Por qué no me mataste?", pregunta, sin levantar la mirada. Su tono no es desafiante, sino lleno de una extraña mezcla de curiosidad y desesperanza.
"No soy como ustedes," respondo sin mirarla. "Pero las sigo odiando por su matanza sin sentido." Mi voz suena más dura de lo que pretendÃa, pero no me disculpo.
Sarah suspira y se acurruca más en su rincón. La veo de reojo y me doy cuenta de que, a pesar de todo, sigue siendo una joven. Solo una chica atrapada en un infierno similar al mÃo.
"Yo también las odio..." su voz se quiebra al decirlo, pero se obliga a continuar. "Yo maté a muchos hombres... No me importaba lo que sucediera. Por alguna razón, me causaba placer... Pero un dÃa, unas chicas llevaron a un hombre encapuchado y me lo trajeron. Apenas lo vi, no le di importancia. Me dijeron que si lo mataba, me ascenderÃan. Yo acepté sin dudarlo y, cuando le quitaron la capucha... era mi hermano menor..." Su voz se apaga, pero la angustia en su rostro lo dice todo.
Siento una mezcla de repulsión y lástima, pero mantengo mis emociones bajo control. No puedo permitirme sentir simpatÃa. No ahora.
"Con solo escuchar eso, me dan náuseas," le digo, aunque no con la dureza que habÃa planeado. De alguna manera, su confesión me afecta más de lo que esperaba.
"Lo sé..." Sarah baja la cabeza, abrazándose más fuerte, como si quisiera desaparecer en sà misma. "Desde entonces, no he podido matar a ningún hombre. Todo me recuerda a mi hermano."
El silencio que sigue es denso y sofocante. Ambos estamos atrapados en nuestros propios tormentos, aunque por razones diferentes. Pero algo en su voz, en su confesión, me hace preguntarme si realmente todos somos monstruos en este nuevo mundo, o si simplemente estamos sobreviviendo de la única manera que sabemos.
Es un misterio por qué hace cuatro años, de la nada, todas las mujeres cambiaron y decidieron matar a los hombres. Bueno, ya no puedo hacer nada sobre eso. Solo queda sobrevivir.
"¿Sabes si hay más hombres capturados aparte de m�" pregunto, tratando de desviar la conversación hacia algo más práctico.
Sarah lo niega con la cabeza, su expresión aún sombrÃa. No dice nada más, y por un momento, pienso que la conversación ha terminado.
"¿Por qué te unes a m�" La pregunta sale de mi boca antes de que pueda detenerme. Es estúpido, lo sé, pero no puedo evitar sentir curiosidad.
"Me da igual," dice ella, sin interés, su voz apagada. No parece importarle su propia supervivencia, lo cual es peligroso para ambos. Malagradecida, pienso. Bueno, tampoco es que tuviera mucho que darle.
"¿Tienes alguna información útil?" Insisto, tratando de obtener algo de valor de esta conversación.
"Solo sé que no han tenido mucho éxito en la clonación de mujeres. Ahora buscan alguna forma de embarazarse sin la necesidad de un hombre."
"Asà que me necesitan para su experimento," concluyo, más para mà mismo que para ella. Es irónico, después de todo lo que han hecho, aún necesitan a un hombre para asegurar su supervivencia.
"SÃ," confirma Sarah, su voz casi inaudible.
"¿Por qué te abandonaron en vez de matarte?" pregunto, intrigado por su historia. Algo no cuadra. Si ella es tan inútil como parece, ¿por qué no la ejecutaron como al resto?
"Hay mujeres ocultas que solo obedecen para sobrevivir," explica. "Algunas me defendieron, pero sabÃa que tenÃa los dÃas contados. MÃrame ahora, ni comida me dejaron."
"Ya veo..." Me froto la barbilla, pensando. "¿Tienes alguna forma de contactar a tu base más cercana?"
"Tengo un radio comunicador, pero debemos estar al menos 300 metros cerca de la base."
"Bueno, tengo una idea suicida. ¿Vienes?" pregunto, más para probar su reacción que porque realmente quiera una respuesta afirmativa.
"No tengo nada que perder," dice ella, encogiéndose de hombros. Hay algo en su tono que me hace pensar que lo dice en serio.
"Mañana en la mañana vamos," decido, sabiendo que es nuestra única opción. Al amanecer, salimos del pueblo y me dejo guiar por Sarah. Después de un largo camino, nos quedamos a 200 metros de la base, escondidos en unos arbustos. Intento contactarme con la base usando la radio.
"¿Aló? ¿Hay alguien?" Mi voz suena ansiosa, más de lo que me gustarÃa admitir.
"¿Quién eres? ¿Cómo conseguiste esta frecuencia?" La voz al otro lado es desconfiada, como era de esperarse.
"Mira, tengo hambre, asà que espero que seas rápido. Pásame con la lÃder," digo, tratando de mantener la calma.
"¿Por qué harÃa eso?" responde la voz con tono suspicaz.
"Tengo algo que le puede interesar," digo. En realidad, no espero nada. Si sale mal, dudo mucho que quiera correr con esta hambre.
"Está bien, dame un momento." Espero unos minutos mientras me acuesto mirando el cielo. La espera es insoportable, pero no puedo hacer nada más que aguantar.
Finalmente, una voz distinta, autoritaria, suena en la radio. "¿Eres el que escapó el otro dÃa? Bueno, no importa, ve directo al grano."
"Bien, quiero algunas de tus chicas y un vehÃculo con suministros," digo, mi tono más firme de lo que siento.
"Es obvio que estás cerca. ¿Por qué simplemente no voy y te secuestro?" pregunta, su tono cargado de amenaza.
"No me importa morir, ¿sabes? Y justo ahora tengo una bonita arma apuntando a mi cabeza." No es una mentira completa, pero tampoco es toda la verdad. Jugar con las cartas que tengo es lo único que me queda.
"Vale, vale, entiendo lo de los suministros. ¿Por qué llevarte a algunas chicas?" Su tono cambia, ahora más intrigado que amenazante.
"Es problema mÃo. Me das lo que quiero a cambio de muestras de tu experimento o nada."
"Está bien, te enviaré algunas chicas."
"No, alguien lo escogerá por ti." Mientras miro a Sarah, ella menciona algunos nombres de las chicas que la defendieron y se oponÃan a matar hombres.
"Los espero en el almacén abandonado que está al norte. No intenten nada estúpido." Mi voz suena más confiada de lo que me siento. Solo espero que ellas crean que tengo más control del que realmente tengo.