Entreabriendo los ojos somnolientos y confuso, la luz lo dejó brevemente cegado. Myrddin frotó sus ojos mientras se sentaba, y las sábanas que lo cubrían se deslizaron hacia abajo. Luego de un momento, su mente comenzó a despejarse, pero una ligera confusión persistió mientras sus ojos recorrían la habitación.
Era una habitación ni muy pequeña ni muy grande, pero indudablemente la más lujosa que había visto en su vida. Desde el pequeño candelabro que emitía una luz tenue y precisa, hasta una alfombra escarlata que cubría todo el suelo, cada detalle irradiaba riqueza.
Los muebles eran antigüedades exquisitamente cuidadas: un escritorio, mesas de noche, estantes repletos de libros, sillas, y un espejo enorme, tan alto como la pared misma. Cada pieza estaba adornada con intrincados patrones decorativos, y el marco del espejo estaba incrustado con joyas que, con solo mirarlas, revelaban su elevado valor.
Al principio, la riqueza deslumbró a Myrddin, pero pronto la sorpresa dio paso a las dudas. '¿Dónde estoy?'
Las imágenes de los momentos antes de perder el conocimiento pasaron por su mente a una velocidad vertiginosa, y una sensación de asfixia le oprimió el pecho. Apretó sus manos contra él y su respiración se volvió errática.
En medio de esa confusión, sus pensamientos se centraron en los momentos breves y fugaces en los que había experimentado una vida plena por primera vez. A medida que su respiración se calmaba y su corazón dejaba de latir con tanta fuerza, una ligera inquietud persistía.
'¿Qué pasó?' Mirando sus manos con nerviosismo, se preguntó: '¿Por qué cambié? ¿Qué fue diferente esta vez?' En el pasado, cuando vivía en el orfanato, se había cuestionado si tener emociones daría color a su mundo. Sus intentos por sentir algo nunca dieron resultado.
'Un momento,' la imagen del hombre vestido de colores apareció en su mente, 'Sí, él fue quien causó el cambio. Estaba muriendo, y ni eso pudo cambiar algo, pero él… ¿qué hizo?'
'¿Magia?' Mientras apretaba sus manos, un breve anhelo se reflejó en sus ojos. Recordó cómo el mundo no solo se detuvo por un chasquido de dedos, sino que también cobró color.
Sin embargo, esa excitación se desvaneció rápidamente. 'El "cómo" no es tan importante ahora. Yo... cambié,' lo sentía, en esos breves momentos había experimentado más emociones que en toda su vida. Era como si su mundo en blanco y negro hubiera adquirido algunas tonalidades más, un abismo de diferencia.
Lo más significativo era que ya no se sentía completamente vacío. Aunque la vida o la muerte aún le parecieran indiferentes, vivir ahora parecía algo... ¿agradable, interesante, curioso?
'No lo sé,' sacudió la cabeza, tratando de despejar sus pensamientos, pero se sentía extrañamente renovado.
Al destaparse y bajarse de la cama, notó algo peculiar cuando sus pies tocaron la suave alfombra. Primero, lo que llevaba puesto era una ropa muy fina de seda blanca, algo extraño para él. Sin embargo, lo que le llamaba la atención era que, según recordaba, se había roto las rodillas. Dado el impacto de la tormenta, si no estaba muerto, al menos debería ser incapaz de moverse como lo hacía ahora.
'¿Más magia, tal vez?' razonó mientras se paraba frente al espejo.
En el espejo se reflejaba un joven escuálido, de estatura baja, con cabello corto y negro, y ojos grises, vestido con una fina seda blanca. No sintió nada, pero el recuerdo de su reflejo en un charco se superpuso a la imagen en el espejo.
'Nunca podría decir que somos la misma persona,' pensó. Era curioso cómo una persona podía verse tan diferente solo por estar limpia y con ropa diferente. Incluso el mismo Myrddin no podría haberse reconocido.
Luego de mirarse por unos momentos más, su mirada se dirigió hacia la puerta. 'Bien, ¿ahora qué?' se preguntó, consciente de que había algo nuevo en él. No era tonto, y tampoco era un misterio: si todo hubiera seguido igual, ni siquiera se hubiera levantado de la cama hasta tener hambre. Pero ahora había algo que no tenía antes: una iniciativa impulsada por un deje de curiosidad.
'¿Debería salir o esperar?' ponderó tranquilamente, pero en el fondo ya había tomado la decisión desde que se levantó. Aunque era una curiosidad tan débil como una picadura de mosquito comparada con antes, ahora se sentía como una luciérnaga frente a una luna. Era un débil impulso, pero le costaba resistirlo, y no había razón para hacerlo.
Sin más preámbulo, se acercó a la puerta y puso su mano en el picaporte. Con un pequeño 'Clic' la puerta se abrió.
Empujándola con las manos, un pasillo quedo a la vista.
Al salir y sentir la fría madera bajo sus pies, miró a su izquierda y derecha. Era un extenso pasillo, con suelo de madera oscura y paredes blancas adornadas con pequeñas lámparas que lo iluminaban cada metro.
'¿Qué tan grande es este lugar?' se preguntó, frunciendo el ceño mientras miraba a ambos lados del interminable pasillo.
Decidió elegir un lado al azar y empezó a caminar, su curiosidad ahora claramente impulsada por un débil deseo de explorar, causando así el crujir de la madera con cada paso.
Talvez porque ahora estaba en muy buena condición, pero para solo caminar, avanzo con rapidez.
Se cruzo con varias puertas en su camino por el pasillo, pero luego de abrir dos y ver habitaciones similares a la suya, dejo de prestarles atención y se concentró en seguir adelante.
Pronto encontró algo diferente en el repetitivo pasillo, a pesar que el pasillo continuaba, se encontraba cortado por dos escaleras, una que subía y otra que bajaba.
Sin siquiera considerar tomo la escalera que bajaba, al final del día, prácticamente estaba perdido, daba igual que camino tomara siempre y cuando no fuera de dónde vino.
No tuvo que bajar mucho para ver algo diferente. Alrededor de veinte escalones después, encontró una puerta doble, una puerta enorme, al menos para él, ya que las manijas le llegaban casi al rostro.
Luego de cuestionarse por un momento si podría abrirla, simplemente lo intentó. Puso sus manos en las manijas y con un suave 'clic' la puerta se abrió.
"¿Ah?" A pesar de su magnitud, las puertas eran livianas como plumas, y sin el menor esfuerzo se abrieron de par en par. Myrddin, que había aplicado mucha fuerza, no pudo evitar tropezarse y caer hacia adelante.
Por suerte logró reaccionar a tiempo o se hubiera comido el suelo con la frente. ¿Quién sabe cuánto hubiera estado tirado inconsciente aquí si eso hubiera pasado? Pero eso no le molestó; se sentía interesado. Se paró y levantó su mirada, entonces su boca se abrió junto a sus ojos, par en par, justo como la puerta detrás de él.
Frente a él había una biblioteca, una enorme y majestuosa biblioteca.
'No, enorme se queda corto. Esto es inmenso, y tal vez ni eso pueda describirlo,' pensó anonadado, al no ver fin para la biblioteca ante él.
Era un lugar inimaginablemente grande. Desde donde estaba, podía ver innumerables pisos que iban hacia arriba, y el techo no estaba a la vista.
Cada piso a su vista no tenía fin; solo podía ver la descomunal cantidad de estanterías negras repletas de libros del tamaño de su muslo e incluso más grandes, y algunas otras repletas de pergaminos.
Le era difícil no sentirse pequeño ante tal panorama. Si pudiera, se quedaría mirando el lugar por un largo rato, no solo por la majestuosa vista, sino por la creciente curiosidad que no dejaba de aumentar explosivamente al ver el lugar. Le hubiera gustado ver qué tan fuerte se podía volver su curiosidad; lamentablemente, la misma lo guiaba a explorar el lugar y no podía resistir el impulso.
'¿Cómo será ver el sitio desde lo más alto?' se preguntó, pegando una última mirada antes de comenzar a caminar por el lugar.
Mientras paseaba, no se molestó en ir rápido; de hecho, ralentizó su paso, mientras apreciaba todo a su alrededor y el olor a papel viejo asaltaba su nariz.
Notó varias cosas. Primero, aunque las estanterías parecían estar hechas de madera, al tocarlas se sentían frías como metal. También observó que había algunas palabras blancas en cada estantería; parecía algún tipo de división. Tristemente, Myrddin no sabía leer, pero eso no afectó en lo más mínimo su humor.
Era como si para él no hubiera cabida para ninguna otra emoción aparte de la curiosidad.
'¿Me pregunto qué habrá en estos libros? Según la división, cada estantería parece tratar temas diferentes. ¿Alguno hablará de magia? Sería interesante encontrar un libro mágico que pudieras leer sin saber leer. Eso sí sería mágico,' pensó mientras se perdía en sus divagaciones, desinteresado sobre el hecho de que ya llevaba rato perdido.
A pesar de caminar despacio, casi perezosamente, llevaba un buen rato vagando sin rumbo fijo, cambiando de dirección de manera casi aleatoria.
'Oh, un momento,' se detuvo en seco. 'Los libros no tienen por qué tener solo palabras. Tal vez alguno tenga dibujos o imágenes.' Recordó esos pocos libros de cuentos que había visto en el orfanato, y pensó que entre tantos libros, al menos alguno podría tener imágenes que dieran alguna pista sobre su contenido.
Se acercó a la estantería más cercana y trató de tomar el libro más llamativo que vio, pero algo lo detuvo, o mejor dicho, alguien. Justo cuando estaba a punto de agarrar el libro, una mano le sujetó la muñeca.
"¿¡Qué haces!?, ¡Maldito mocoso!" retumbó una voz molesta, marcada por un tono áspero que indicaba una edad avanzada.
'¿Mocoso?' se repitió Myrddin, confundido, y levantó la vista para ver quién lo había detenido.
Frente a él estaba un hombre de piel negra como el carbón, vestido con un traje blanco que, junto a su barba y cabello blancos, contrastaba notablemente con su tono de piel. Pero lo más llamativo eran sus ojos escarlatas con pupilas de serpiente y los dos cuernos rojos que sobresalían de su cabellera blanca.
'¿Un... demonio?' pensó Myrddin, sorprendido.