En una ciudad, los copos de nieve comenzaban a caer, marcando el inicio de la temporada navideña. La ciudad se llenaba de alegría, y las personas empezaban a reunirse con sus familias para celebrar una próspera Navidad.
En las afueras, un joven observaba el cielo nocturno mientras caían los copos de nieve. Este era Benjamín, un estudiante universitario de 22 años, bastante normal. El cual había salido con sus amigos, y la cual terminó con todos borrachos.
Benjamín se abrazó a sí mismo para intentar mantenerse caliente mientras miraba los copos de nieve caer suavemente desde el cielo. Sus respiraciones formaban pequeñas nubes de vapor en el aire frío. De repente, murmuró para sí mismo:
— ¡Mierda, sí que hace frío! —
susurró con un tono de incomodidad mientras se estremecía, el viento helado cortándole la piel. Con cuidado, Benjamín comenzó a caminar. Aunque no estaba completamente borracho, al menos no tanto como para perder la conciencia de lo que hacía, su visión seguía nublada y le resultaba difícil mantener el equilibrio.
Finalmente, llegó a una esquina y se apoyó en un poste de luz, esperando pacientemente a que pasara algún taxi. Para su suerte, no tardó en llegar uno y se detuvo justo frente a él. Se lanzó hacia el vehículo y, con dificultad, logró abrir la puerta. Exhausto, cayó en el asiento trasero, sintiéndose claramente cansado.
— ¿A dónde lo llevo joven? —
Benjamín dirigió su mirada cansada hacia el conductor, viendo a un hombre que parecía tener alrededor de ¿50 o 60 años? no sabría decir con claridad. Su ropa estaba bastante desgastada y, aunque no pudo ver su rostro por completo podría ver varias arrugas y pelo canoso y tenía alopecia, notó a través del espejo del techo que sus ojos lo observaban. Estos estaban enrojecidos, como si hubiera llorado mucho recientemente. No le dio mucha importancia solo quería llegar a casa y dormir.
— Llévame a #XXXX Street —
Dijo Benjamín mientras se acomodaba en el asiento trasero. El taxista solo asintió con la cabeza mientras ponía el vehículo en marcha. El viaje estaba siendo tranquilo. No había ningún ruido más que el sonido del motor. Benjamín miraba por la ventana para distraerse.
— Bonito paisaje ¿No? —
Una voz desanimada resonó. Benjamín dirigió su mirada hacia el origen del sonido; era el taxista quien le había hablado. Tardó unos segundos en darse cuenta de que le habían hecho una pregunta, así que simplemente se limitó a asentir con la cabeza.
Benjamín dirigió la vista a la ventana nuevamente, pensando que fue una simple pregunta y unos segundos después el taxista volvió a hablar.
— Siempre me encanta esta época del año. Conducir con este tiempo es muy relajante — dijo el taxista.
Benjamín lo miró confundido, ahora mismo no tenía intenciones de entablar una conversación y únicamente quería llegar a su casa, sin saber bien cómo responder, así que se limitó a asentir con la cabeza nuevamente. Para su mala suerte el taxista quería seguir hablando.
— Aún recuerdo mi primera Navidad. Estábamos mi madre, mi padre y yo. Recuerdo que esa vez trajeron cena de microondas, no sabes lo alegre que estuve esa noche y luego hubo gritos y... —
La voz del taxista se quebraba con cada palabra, como si estuviera a punto de romperse por completo. Benjamín comenzó a sentirse incómodo. No es que le faltara empatía, sino que en ese momento no estaba en condiciones de ayudar a un completo desconocido con sus problemas emocionales. Así que nada más espero a que llegara lo más rápido a su destino, y se limitó a escuchar al taxista por el momento.
— Jejeje, qué cosas, ¿no? En fin, aún recuerdo mi primera cerveza era Navidad no sé qué año exactamente en la que probé mi primera cerveza. Al principio me negué, pero al final la tomé. La verdad es que me gusto tanto que la bebía casi todos los días cada vez que tenía oportunidad durante mi juventud. También probé el cigarro; era igual de bueno que la cerveza, aunque por eso perdí una beca deportiva para una buena universidad. Pero no me arrepiento de haber vivido así mi juventud, jejeje.
Tos
Tos
El taxista tuvo un ataque de tos, así que tardó un poco en recuperarse. Cuando pudo, se limpió la boca con un pañuelo.
— Así que te doy un buen consejo: ahora que eres joven, fuma y bebe todo lo que puedas, porque después ya no podrás
El taxista ofreció una sonrisa resignada. El ambiente se volvió más incómodo para Benjamín, y su mente estaba igualmente confundida e incómoda.
"Este maldito loco, hasta yo sé que ese no es un buen consejo," pensó Benjamín.
Intentaba ignorar al taxista, que parecía estar contándole su vida sin que él lo hubiera solicitado. En ese momento, Benjamín no se le ocurrió decirle que se detuviera; su mente estaba únicamente enfocada en llegar a casa. Así que el taxista continuó hablando.
— Agh, acabo de recordar mis relaciones con las mujeres. Las mujeres solo piensan en dinero y sexo. Todas son unas interesadas. Es tan difícil para una mujer comprender que su función es únicamente cuidar del hombre y darle placer. ¿Por qué ninguna mujer me quiere?
"Tch, ninguna mujer te querrá, hipócrita," pensó Benjamín, irritado. No podía soportar mucho más tiempo con esta persona. Por suerte, ya estaba a punto de llegar a su casa.
El taxista comenzó a murmurar cosas ininteligibles, hasta que elevó el volumen de su voz.
— ¡Odio mi vida! ¡Odio mi vida! Nadie me quiso, Mis padres me dejaron a mi suerte. La universidad me veía como un inepto. Mi esposa me veía como un inútil bueno para nada. Mis amigos me dieron la espalda cuando se volvieron "adultos responsables y útiles para la sociedad". Que se joda la sociedad. Por culpa de ella, tengo que trabajar como taxista, llevando a un estúpido borracho en medio de la noche.
El taxista dio una vuelta brusca en la esquina y aumentó la velocidad del coche, alarmando rápidamente a Benjamín.
— ¡HEY, ¿QUÉ TE PASA? POR AQUÍ NO ES... ¡CUIDADO! —
Unas luces venían de frente, dirigiéndose directamente hacia ellos. El taxista esquivó el vehículo, lanzando a Benjamín por los aires, quien aterrizó pesadamente sobre el asiento.
"Este maldito taxista se ha vuelto loco," pensó mientras intentaba ponerse el cinturón de seguridad.
La velocidad del taxi era increíblemente alta. El taxista esquivaba autos mientras balbuceaba incoherencias sobre cuánto odiaba su vida. El cuerpo de Benjamín se llenó de adrenalina, ignorando su estado de borrachera, mientras buscaba desesperadamente una solución para salir de esa situación. Por obvias razones, no podía salir del coche; la velocidad del vehículo era demasiado alta y salir sería aún más peligroso.
Decidió optar por la mejor opción. Se abrochó bien el cinturón de seguridad y esperó a que la policía interviniera y detuviera a este lunático.
Benjamín utilizó todas sus fuerzas para mantenerse sobre su asiento.
— ¡Vamos, abróchate maldita sea!
Sus ojos estaban muy abiertos y apretaba los dientes con fuerza. Era incapaz de ponerse el cinturón ya que estaba atascado debido a lo antiguo del vehículo, que nunca había recibido mantenimiento. Benjamín estaba muerto de miedo; no quería perder su vida solo porque alguien se estaba jodiendo por sus propios errores.
Dirigió su mirada al taxista, que se había vuelto un lunático. Sus balbuceos se volvían más altos y claramente no estaba consciente.
A Benjamín se le ocurrió una solución bastante arriesgada: intentar tomar el control del vehículo.
— ¡LOS ODIO! ¡ODIO LA SOCIEDAD, ODIO EL SISTEMA, ¡ODIO A TODOS! — gritaba el taxista, fuera de sí.
Benjamín se lanzó hacia el taxista, intentando rápidamente arrebatarle el volante.
— ¡NIÑO, ¿QUÉ HACES? SUÉLTAME! — rugió el taxista, luchando por mantener el control.
Ambos comenzaron a forcejear, y el auto empezó a perder el control, zigzagueando peligrosamente por la carretera. Benjamín, desesperado, trataba de desplazar al taxista, pero la corpulencia de este y su fuerza frenética lo hacían casi imposible. El taxista, en un arrebato de locura, pisó el acelerador a fondo, lanzándose directamente hacia un camión que venía de frente.
— ¡NOS VEMOS EN EL INFIERNO, NIÑO! JAJAJAJA — gritó el taxista, con una risa desquiciada.
Benjamín, incapaz de mover al taxista lo suficiente, sentía el pánico y la desesperación apoderarse de él, ¿Así es como todo terminaría? iba a perder a sus amigos, a su familia todo por que... simplemente alguien no quería vivir. Qué clase de muerte es esta. El camión se acercaba rápidamente, y todo parecía volverse lento para Benjamín. Vio cómo la parte delantera del coche se deformaba lentamente con el impacto inminente. Los vidrios salían volando en todas direcciones, destellos de luz reflejados en los fragmentos que parecían suspendidos en el aire.
En medio del caos, la sonrisa maliciosa del taxista se grabó en la mente de Benjamín. La locura en sus ojos, la satisfacción en su rostro, todo mientras el coche se destruía a su alrededor. En el último instante, Benjamín solo pudo cerrar los ojos, esperando lo inevitable. No sabría que venía después de la muerte. Pero si se vuelve a encontrar con este tipo juraría que se vengaría por arrebatarle todo.
El sonido del choque fue ensordecedor, el metal crujiendo y el vidrio estallando. Para Benjamín, todo se volvió oscuro, el tiempo pareció detenerse y su mente se llenó de una paz inquietante antes de que todo se desvaneciera.
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Todo era oscuro; no había rastro de nada. Benjamin estaba deprimido. Se sentía impotente.
Esta situación nunca estuvo en sus manos.
No había forma de evitar esto.
Fue injusto.
¿Qué hizo para morir de forma tan injusta?
No lo sabía, pero parecía que pronto lo sabría. Una luz, hermosa, brillante y cálida, apareció al final de lo que parecía un gran túnel. Sus ojos estaban cautivados por esa luz. Sintió la necesidad de ir hacia allí.
— ¿Acaso esto es la luz al final del túnel?
Benjamín no opuso ninguna resistencia. Y aunque lo hubiera hecho, no habría servido de nada, sus piernas no tenían ninguna intención de detenerse. Estaba tan embobado que no se dio cuenta de cuándo se acercó a ella.
Cruzó tranquilamente el túnel hasta pasar la luz, todo cambio suavemente. A diferencia de antes, todo era blanco y, de alguna manera, extraordinariamente hermoso, a pesar de la ausencia de cualquier cosa tangible. Intuitivamente, se colocó en posición fetal y cerró los ojos. Su mente y su ser sentían cómo todo se purificaba y se encogía, rodeado por una suave aura cálida.
De repente, esa aura cálida desapareció sin razón aparente. Desconcertado, abrió lentamente los ojos y se encontró cegado por una intensa luz. Sus ojos tardaron un momento en ajustarse, y al recuperar la visión, vio a una mujer frente a él, que lo miraba con una pequeña sonrisa.
— ¡Felicidades, es un niño! Está completamente sano