*"Quiero ser el héroe que salve a todos!!... que los proteja a todos!!... quiero estar ahí para todos!!…
Por favor… Por favor…
Perdónenme… Todos…
Lo siento, no pude ser el héroe de nadie… No pude ser tu héroe… Lily."*
El sol ya comenzaba a esconderse detrás de los edificios altos de la ciudad de Hakuro cuando llegué a la puerta de la casa de mi tía. Me detuve por un momento, observando el vecindario tranquilo que me rodeaba. La casa era modesta, de un solo piso, rodeada de un pequeño jardín cuidado con esmero. Desde mi posición, podía ver las luces parpadeando en las ventanas de las casas vecinas, creando un mosaico de colores cálidos. Era mi primer día en este lugar, un refugio temporal que había elegido para escapar del tumulto de mi hogar.
Había tomado la decisión de alejarme de mi familia después de una serie de discusiones con mi madre. Necesitaba espacio, un respiro del ambiente opresivo que sentía en casa, y mi tía había aceptado recibirme por unas semanas. Con una mezcla de nerviosismo y alivio, abrí la puerta y entré. El interior de la casa era acogedor, con muebles de madera y fotografías familiares colgadas en las paredes. Mi tía, una científica dedicada que trabajaba en un laboratorio cercano, aún no había llegado a casa. Esto me dio tiempo para explorar mi nuevo entorno y acomodarme en la habitación que me habían asignado.
La habitación era sencilla pero cómoda, con una cama, un escritorio y una ventana que daba al jardín. Dejé caer mi mochila en el suelo y me dejé caer sobre la cama, permitiendo que el agotamiento del viaje se apoderara de mí. A pesar de mi cansancio, mi mente estaba llena de pensamientos que no me dejaban descansar. ¿Por qué había decidido venir aquí? ¿Qué buscaba realmente? Tal vez era el deseo de empezar de nuevo, de encontrar un sentido de pertenencia que había perdido en casa. O quizás era la esperanza de descubrir algo sobre mí mismo en este nuevo entorno. De cualquier manera, estaba decidido a aprovechar al máximo el tiempo que tenía aquí.
Unos minutos más tarde, el sonido de la puerta principal abriéndose me sacó de mis pensamientos. Mi tía había llegado. Me levanté de la cama y fui a saludarla.
—¡Teyki! Me alegra verte —dijo mi tía con una sonrisa cálida, abrazándome con fuerza—. Espero que te hayas instalado bien.
—Sí, gracias, tía. Estoy agradecido de que me hayas dejado quedarme aquí —respondí, sintiendo el peso de mi gratitud.
—No tienes que agradecerme. Siempre serás bienvenido aquí. Es un poco solitario a veces, así que me alegra tener compañía —dijo ella, guiándome hacia la cocina—. ¿Has cenado? Puedo preparar algo rápido.
Me negué con la cabeza, aceptando la oferta. Mientras mi tía preparaba la cena, conversamos sobre su trabajo en el laboratorio, sobre los proyectos en los que estaba involucrada y las cosas que había aprendido. La escuché con interés, aunque no pude evitar notar la tensión en sus palabras cuando mencionó el espectro.
—¿Has oído hablar del espectro? —preguntó mi tía de repente, con un brillo en los ojos—. Es un material realmente fascinante, aunque nadie sabe exactamente de dónde proviene.
—Sí, leí un poco sobre eso —dije, recordando los libros que había visto en la librería—. Parece que está relacionado con esos espectros de los que tanto se habla.
—Exactamente. Hay muchas teorías, pero muy pocas respuestas. Es por eso que estamos investigando tanto. Pero a veces me pregunto si estamos jugando con fuego —admitió mi tía, sirviendo la cena con una expresión pensativa.
El espectro, con su misterioso origen y propiedades, era un enigma que había captado la atención de los científicos de todo el mundo. A medida que discutíamos más sobre el tema, sentía una mezcla de curiosidad y aprensión por lo desconocido.
Después de la cena, decidí salir a dar un paseo para despejar mi mente. La noche era fresca y tranquila, y la brisa nocturna llevaba consigo el aroma de las flores del jardín. Mientras caminaba por el vecindario, disfrutaba del silencio y la calma que ofrecía este nuevo entorno.
El parque estaba cerca, y aunque no lo había visitado antes, había escuchado que era un lugar hermoso y tranquilo, perfecto para reflexionar. El camino estaba iluminado por farolas que proyectaban sombras largas y tenues en el pavimento. Al llegar al parque, me encontré rodeado de árboles altos y bien cuidados. El aire estaba impregnado de los suaves olores de las flores nocturnas, y el canto de los grillos llenaba el ambiente. El parque estaba desierto, pero aún así sentía una presencia reconfortante en la soledad del lugar.
Me senté en un banco, dejando que mis pensamientos fluyeran libremente. Desde que había llegado, me había esforzado por no pensar demasiado en lo que había dejado atrás, pero ahora, en la tranquilidad del parque, las memorias comenzaron a fluir sin esfuerzo. Las discusiones con mi madre, la presión de ser quien no quería ser, y el constante recordatorio de que mi vida no era lo que había imaginado.
Era difícil aceptar que, en mi intento de encontrar mi propio camino, había causado tanto dolor a aquellos que me importaban. Sin embargo, sabía que necesitaba este tiempo para mí mismo, para descubrir qué quería realmente de la vida. Mientras reflexionaba, el cielo comenzó a despejarse, revelando un manto de estrellas que brillaban intensamente en la oscuridad. Me sentí pequeño ante la inmensidad del universo, pero al mismo tiempo, encontré consuelo en la idea de que había un lugar para mí, incluso si aún no lo había descubierto.
El parque seguía en silencio, una calma que parecía proteger el momento de introspección. En esos instantes, donde la realidad y los pensamientos se entrelazan, todo parecía tener un propósito. Los grillos cantaban una melodía constante, mientras la brisa mecía suavemente las hojas de los árboles, creando un susurro tranquilizador.
Pasaron horas antes de que decidiera regresar a casa. Me levanté del banco, mis pasos ligeros y mi mente un poco más clara. La noche había sido un recordatorio de que, aunque mi camino era incierto, estaba dispuesto a enfrentarlo con valentía y determinación.
De regreso a la casa de mi tía, me preparé para ir a dormir. Mientras me acomodaba en la cama, me sentí agradecido por tener este refugio, un lugar donde podía ser yo mismo sin miedo a ser juzgado. Cerré los ojos, dejando que el sueño me envolviera, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí en paz.
A la mañana siguiente, el sol brillaba a través de las cortinas, llenando la habitación con una luz cálida y reconfortante. Me levanté, sintiéndome renovado y listo para afrontar el día. Decidí que daría un paseo por el parque a plena luz del día, explorar los alrededores y ver qué más tenía que ofrecer este nuevo entorno.
El parque era aún más hermoso bajo la luz del sol. Las flores desplegaban un arcoíris de colores, y los árboles ofrecían sombra y frescura. Me sentí inspirado por la belleza de la naturaleza, y una sensación de esperanza comenzó a florecer dentro de mí.
Mientras caminaba por el parque, noté una figura sentada en un banco, a lo lejos. No podía distinguir bien quién era, pero algo en esa persona llamó mi atención. La curiosidad me impulsó a acercarme, y a medida que me acercaba, pude ver que se trataba de una chica de mi edad. Su cabello era largo y oscuro, contrastando con la luz del sol que iluminaba su piel pálida. Parecía absorta en sus propios pensamientos, su mirada perdida en el horizonte.
Había algo en su presencia que parecía atraer toda la atención del entorno hacia ella, como si el mundo se hubiera detenido solo para admirarla. Me detuve a una distancia prudente, sin querer interrumpir su momento de paz. Pero no pude evitar sentir una extraña conexión, una sensación de que nuestros caminos estaban destinados a cruzarse. ¿Quién era ella? ¿Y por qué sentí esta inexplicable atracción hacia alguien que nunca había visto antes?
La escena era perfecta. El suave viento movía su cabello, creando un contraste entre su serenidad y el dinamismo del entorno. El parque, con sus colores vibrantes, parecía un telón de fondo pintado solo para ella. Observé en silencio, grabando cada detalle en mi memoria: la tranquila expresión en su rostro, el aura de misterio que la rodeaba, y la sutil belleza que parecía emanar de cada movimiento.
Finalmente, decidí seguir caminando, respetando la privacidad de la chica. Pero mientras me alejaba, no pude evitar mirar hacia atrás, preguntándome si nuestros caminos volverían a encontrarse. Algo dentro de mí me decía que este encuentro, aunque fugaz, era solo el comienzo de una nueva historia, una historia que cambiaría mi vida de formas que aún no podía imaginar.