En una habitación de lujo de un hospital militar en Pekín.
Shen Hanyu estaba apoyado en el cabecero de la cama, leyendo los documentos en sus manos.
Fang Hongyi estaba sentado a un lado, haciendo todo lo posible por persuadir a Shen Hanyu de unirse a la NCCA.
Le dolía la boca de tanto hablar, pero Shen Hanyu ni siquiera levantó la vista. Con una expresión indiferente, dijo:
—No estoy interesado.
En las últimas dos semanas, Fang Hongyi había probado todos los métodos que pudo, pero ninguno funcionó.
Estaba al límite de su ingenio y solo podía recurrir al último recurso: la coerción. —Fue ilegal que usaras hackers para atacar a la familia Ruan. ¿No tienes miedo de que provea las pruebas relevantes a la policía? Hanyu, ¿sabes cuántos años serían de cárcel por un caso así?
Antes de que Shen Hanyu pudiera decir algo, se escuchó una voz. —¿Qué? ¿Tío, ahora vas a usar amenazas?
Fang Lan empujó la puerta y entró en la habitación. Dijo descontenta: