Alan no pudo evitar que sus ojos se tornaran rojos al ver a Samantha llorando tan desconsoladamente.
Después de mucho tiempo, se acercó a ella y se agachó para tomar un pañuelo. Le secó las lágrimas y dijo con voz ronca —Lo siento, Sammy.
Samantha cerró los ojos suavemente y tomó unas cuantas respiraciones profundas mientras se limpiaba las lágrimas de la cara con ambas manos.
Alan retiró su mano y miró hacia abajo a la bola de papel en su palma. Luego dijo —Pero no me arrepiento.
Incluso si pudiera volver el tiempo atrás, tomaría la misma decisión y elegiría ocultárselo a ella.
Ser médico requería una gran compasión, pero como hombre, era igual que cualquier otro hombre ordinario. Quería ser fiel a su corazón y aprovechar esa pequeña posibilidad que tenía.
Samantha alzó los párpados para mirarlo.