Pude ver la sorpresa naciendo en sus ojos, pero también había curiosidad. Sabía desde aquel día que él quería verme empuñando una espada, así que, ¿por qué no aprovecharlo? Asentí con la cabeza y le regalé una sonrisa alentadora.
—Estoy completamente segura, y si estás de acuerdo, podemos hacerlo ahora. Además, no interrumpirá tu práctica —ofrecí y él se quedó contemplativo rascándose la barbilla.
¿Le dije que se ve adorable haciendo eso? Sus cabellos dorados brillan como el oro bajo el sol, y sus ojos azules son más profundos que el océano. Había visto en el pasado cómo las mujeres se agrupaban a su alrededor, pero él era demasiado frío para importarle. ¡Pobres chicas, había roto muchos corazones!
Pero no en esta vida, me aseguraría de darle una sensación cálida, para que su corazón no se volviera insensible hacia los sentimientos y no tratara a las mujeres como su padre.