—Marianne, siempre me has gustado. Pero siempre controlé mis sentimientos ya que sabía que estabas casada y que no me querías en absoluto. No espero mucho, ¿pero me darías una oportunidad justa para ganarme tu corazón? —preguntó y me sentí culpable de nuevo.
—Oh, mi señor Felipe. Usted es un príncipe y yo soy una señora casada o divorciada, ¿cómo podría ser eso? —pregunté, sacudiendo la cabeza como si no pudiera creer lo que él decía.
—No creo en todas esas viejas declaraciones y tradiciones muertas. Solo quiero tu aceptación —respondió seriamente, pero yo aún sacudía la cabeza.
—No estoy lista para ningún compromiso, mi señor —agregué, y él asintió.
—No necesito una respuesta por ahora, mi señora. Solo quiero que lo consideres —dijo.
—Mi señor, ¿ha decidido quedarse aquí toda su vida? —le pregunté como si estuviera considerando mi futuro. Una sonrisa floreció en sus labios.