Mis ojos miraban a la distancia durante toda la noche. El hombre me miraba esperando mi respuesta. ¿Qué debería decir? ¿Qué debería hacer ahora? ¿Era este el punto en el que mi corazón se rompería de nuevo?
Cerré los ojos en silencio y él suspiró. Pronto los rayos del sol comenzaron a llenar la habitación. ¿Habíamos pasado todo el día en la habitación?! ¿Ni siquiera fuimos a comer y ninguna criada o sirviente vino a llamarnos? ¿O acaso vinieron pero estábamos demasiado perdidos para escucharlos?
—Al menos di algo, Marianne. ¿Lo harás? —Escuché su voz desesperada, pero no tenía ninguna respuesta. Ninguna palabra para hacerle sentir mejor.
—Tenemos una fiesta a la que asistir hoy —respondí y finalmente me levanté envolviendo la sábana en mi cuerpo.
Caminé hacia el baño y entré en la piscina. El agua fría me hizo darme cuenta de lo fría y solitaria que era en realidad. Pronto escuché pasos apresurados y las sirvientas entraron para ayudarme a bañarme.