—Te deseo, Marianne —las palabras salieron de su boca de forma tan seductora que sentí mi cuerpo entero estremecerse.
Mis ojos se abrieron de par en par y mi rostro se puso rojo. No podía creer que acabara de decir eso. Así, sin más. Ni siquiera sabía qué responder. Así que me quedé allí, como una muñeca maniquí, sin saber qué decir ni cómo responder.
—Si no puedes dejarme tenerte, al menos déjame probarte un poco, por favor —dijo como si no fuera un humano sino su comida favorita. ¿Qué quiso decir con no comer sino sólo probar?
—Casio... Yo
—Ssshhh... Sólo un poco de sabor... Lo prometo.