—Ja... Solo miren sus ropas desgarradas, hermano. No parecen ser ningún noble, ¿cómo consiguieron siquiera un caballo? Deben estar mintiendo —dijo una mujer con cabellos como una escoba. Sus ojos eran oscuros y pensativos. No es que yo juzgue a las personas por su color o rasgos, pero la expresión en su rostro la hace más fea.
—Cuéntanos, ¿quién eres? —preguntó el hombre mayor otra vez, debía tener alrededor de 30 años con la forma en que caminaban parecían cazadores de una tribu.
—Verdaderamente somos transeúntes que hemos perdido el camino. Si nos ayudan a salir de aquí, les estaremos muy agradecidos —dijo Casio con una pequeña inclinación de su cabeza. No podía creer que fuera el mismo hombre que presumía de que todavía éramos el archiduque y la archiduquesa del imperio.