—Ah, finalmente estás despierto. ¿Te sientes mejor ahora? —preguntó la madre de Marianne, mirándome con preocupación.
No quería aceptarlo, pero la forma en que me hablaba como si tuviéramos un fuerte vínculo, y cómo me llamaba hijo de vez en cuando, dejó un fuerte impacto en mí. Como si un sentimiento muerto de repente despertara. Finalmente había encontrado un lugar al que podría pertenecer. Aún me petrificaba un poco, pero finalmente asentí con la cabeza.
Marianne debió haber hecho alguna excusa por mí.
—Oh, espero que la comida y demás cosas sean de tu agrado, hijo. ¿Cómo te pusiste enfermo de repente? —preguntó señalándome para que me sentara a su lado. Sólo entonces noté que Monique Baringstone también estaba allí.
—Su alteza —todos me saludaron al sentarme allí. Asentí en respuesta y luego incluso se olvidaron de mi presencia y siguieron charlando como antes. Esto era algo nuevo que me sucedía.